Bartimeo, Federico Alfonso y Elvira Inés, los ángeles del blog.

sábado, 22 de marzo de 2008

LES PRESENTO UNA PRESENTACIÓN.



Con motivo de la Pascua, y desde mi tan profundo escepticismo, lo más parecido a un post religioso que puedo subir al blog, es bajo la etiqueta Un dios para cada uno.


Así, pues, las que aquí abajo podrán leer, son las palabras que pronuncié en el acto en el que presenté ese primer libro, “Un dios para cada uno”; (un ensayo satírico, obviamente), hecho que ocurrió en 1991, el 25 de septiembre.

Debido al tiempo desde entonces transcurrido, algunas de las personas que mencioné en el pequeño discurso que transcribo, ya no están entre nosotros, o tienen hoy una relación diferente a la de entonces, conmigo.

Pero he querido trasladar aquella alocución exactamente tal como en su momento la pronuncié.



Incluyo también aquí el escaneo de las ínfimas notas periodísticas y gacetillas que salieron en la oportunidad, y una foto del momento mismo de la presentación, en la sala de actos del edificio por entonces perteneciente al Instituto Goethe de la ciudad de Córdoba.


Cuando veo la foto, pienso orgullosamente que a pesar de los muchos años transcurridos, la gimnasia y la danza me han permitido mantenerme bastante presentable, aun contra la lógica decadencia del tiempo. Y lo digo porque todavía hoy, puedo lucir sin demasiada vergüenza un buen par de piernas, según lo afirmara en su momento Dayana en el comentario al que pueden acceder en este link. (Gracias, Day, yo también te quiero un montón)

Este agregado se debe a que un poco de vanidad no le hace mal a nadie, y en cambio, a la autoestima le viene fenómeno, sobre todo en un mundo que nos quiere hacer creer que después de los 45 estás listo para la tumba.

Es decir que forma parte de mi solitaria campaña para que se reconozca que todos los seres humanos podemos seguir siendo “beshos” después de los 50 y de los 60, y de los 70 y y y y y….

Porque, en definitiva, la belleza es una cuestión de actitud. (Sí, ya sé, es como una voz que predica en el desierto, y que poco puede hacer contra la compulsión tan de moda, de pedirle a la cirugía lo que la simple alegría de vivir, confiere sin internación. Pero bueno, es mi modesto aporte)

Y ahora, volviendo al tema de la fecha, lo que leí en ese histórico momento:

Amigos, ¿qué puede decirse en su presentación ante la sociedad, acerca del primer libro del que uno mismo es autor?

Creo yo que hay dos alternativas: una es fingir una modestia que por supuesto se está muy lejos de sentir, ya que ¿quién no se cree Shakespeare cuando por fin consiguió meter entre dos tapas de cartulina, el resultado de largas horas de frenético borroneo?

Aun así, suele acostumbrarse que el autor recurra a la hipócrita modestia que desde luego el público acoge con beneplácito, y enhebre una serie de mentiras relativas a lo mucho que se teme no haber alcanzado el objetivo propuesto etc etc.

Puro macaneo, el único objetivo que tiene uno es publicar su libro. Después, que el cielo lo perdone y los lectores no lo reconozcan en la calle, es lo más que se puede pedir.

Pero ésta de la modestia no es mi elección.

En ningún caso justifico la mentira, o más exactamente una mentira que produzca tan escaso rédito. Si la mentira no es rentable, por lo menos la virtuosa veracidad es más elegante.

Por tal razón, descarto la primera alternativa, y me enrolo en la otra. La de arrancarse la careta, y gritar jubilosamente: -“¡Alégrense conmigo, estoy chocha con mi realización. Contágiense de mi felicidad, porque para eso estamos aquí!”-.

Muchos de mis seres queridos están presentes, y merecen una mención. No porque lo considere una obligación de urbanidad, sino porque me desbordan las ganas de compartir con ellos este logro, que en realidad es un poco de todos.

En primer lugar, de Carlos J Paz, mi editor responsable en la literatura, y un poco también en el camino de la vida, que como él ya confesó públicamente, recorre con la nada liviana cruz de ser mi esposo, estoicamente, y desde hace una punta de años.

Están también Silvina y Juan, los responsables de la impresión… quiero decir, de la impresión que les cause el libro, ya que les ha tocado en suerte, la fatal coincidencia de tener al mismo tiempo, una imprenta y una amiga con veleidades de escritora.

También es este libro una alegría a compartir con mis hijos: Carlos Aníbal y Guillermo Mauricio, a los que les ha nacido un hermanito de papel, el cual espero me depare tantas satisfacciones como ellos, ya que me ha provocado casi tantos desvelos.

Y los menciono de modo muy especial, porque sin su valiosa cooperación no estaría publicando hoy mi primer libro, sino muy probablemente el trigésimo primero.


Está igualmente presente mi madre, en buena medida causante de esta reunión, pues no se me ocurre otra fuente a la cual responsabilizar por la disfunción genética que me alborota las neuronas tan pronto como tengo un lápiz en la mano, y un trozo de papel a tiro.

Es también un momento para disfrutar con los amigos que están en todas partes… en todas partes menos donde uno los necesita, quiero decir…

Y a los que debo concientizar respecto a la realidad que están viviendo, que no es otra que un hito en la literatura, una bisagra en la historia de las letras contemporáneas.

Porque a partir de hoy se hablará de un antes y un después. Antes y después de que los críticos literarios quisieran cometer autoricidio.


Y por supuesto, quiero compartir el bautismo de éste, mi primer libro con todos los que incursionen en él, a quienes les pido que lo tomen como lo que quise que fuera: un antipolilla para el cerebro, un laxante para el conformismo, una sacudida a la estantería, un toque de atención, y una invitación a la búsqueda. Una incitación al vuelo, y un desafío. Entiéndase por fin, no como un cuestionamiento a la fe, sino a lo que algunas personas hacen con ella.

Gracias por compartir conmigo este momento.


Y eso fue todo lo que dije, porque lo bueno, si breve, dos veces bueno, y si malo,…menos mal.

El próximo post de esta etiqueta, será el comienzo del libro mismo, pues la tapa y las dedicatorias ya fueron oportunamente escaneadas.

Y hasta la próxima semana, hagan lo que les cuadre, pero háganlo bien, Un beso, Graciela.


No olviden a los perritos y gatitos que esperan hogar y que les pueden regalar bellas aventuras una vez que los incorporen a su familia. Un abrazo y hasta el próximo sábado.P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la  mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.

 

10 comentarios:

Unknown dijo...

Gra, de verdad, que buen par de piernas. Con esta foto vas a enganchar más adeptos al blog, que con los aportes literarios.
Un besote, Silvina

Graciela L Arguello dijo...

Silvina, ¿Tan malos son los aportes literarios?
Después de todo vos fuiste mi cómplice cuando perpetré el crimen llamado Un dios para cada uno.
Cómo sos mi cómplice en tantas cosas de la vida, y hago pública esta denuncia: Señores y señoras lectoras, ésta es mi amiga Silvina, la que aparece tantas veces en los posts, porque siempre ha embellecido y embellece mi vida.
Un besote. Graciela

Dayana dijo...

Podría decir muchas cosas de la foto y sus consecuencias, pero sería de pura envidia de mi parte. Ya lo dijo Guillermo Mauricio: vos sólo ganás detractores y rivales, no como yo que soy un sol y a mi todos me quieren.
Se olvidó de que también tiene su buena cuota de faisán al sol, pero es verdad, se lo quiere al pavote (perdón, al sr pavo real).

Debo mencionar que cuento con el honor de tener un ejemplar autografiado por la autora que me encargaré de vender al mejor postor en DeRemate cuando la susodicha pase a mejor vida; es decir, cuando sea famosa, rica y cuente con admiradores en todo el el mundo como en, ejem, España, ejem, por tirar, un, ejem, ejem, ejemplo (tengo los dedos tartamudos para el tipeo hoy).

Saludos de la hija putativa, copadora, enchiladora y que manda posts a Menéame (no nos prestemos a los malos entendidos, a Pornéame no mandé nada de este blog todavía).

Graciela L Arguello dijo...

Dayana "mejor vida; es decir, cuando sea famosa, rica y cuente con admiradores en todo el el mundo" (sic)
Mientras sea ésa la mejor vida a la que te referís está todo bien, pero si llega a ser otra la intención, me agarro de la puerta con uñas y dientes, y no paso para allá así vengan degollando...

Debo aclarar además que el marketing viral (en mi caso variedad geriátrica) lo aprendí de vos. Se agradece. Un beso, hija putativa.
Graciela

Juan Claus dijo...

Qué original la presentación!

Qué ganas de leer el libro!

Qué piernas!


Geniales tus palabras, Graciela.
Qué sensación tan linda debe ser parir un hijito de papel!

Una amiga que hace poco publicó su primer libro, con la más sincera humildad me decía:
"Está ahí, en la repisita... Y queda diminuto entre los libros de Hemingway, la colección de Joyce y la edición en tapa dura del Quijote. Casi ni se lo ve, pero es mío. Mio."

Saludos!

Graciela L Arguello dijo...

Juan Claus Sí, parir un libro es una sensación gloriosa, y lo bueno es que a ustedes, los hombres, no les está vedada.
Y respecto a tus ganas de leer el libro, vas a poder hacerlo, porque, lentamente, y bajo la etiqueta Un dios para cada uno, voy a ir subiéndolo capítulo a capítulo.
Lo iré entremezclando con toda otra clase de contenidos, para no aburrir, y para mantener expectantes a los que se interesen en él.
Un beso, Graciela

Anónimo dijo...

Dear Graciela,

I found your speech amusing, and I can hardly wait to read more of that book.

An if I may say so... those are some remarkable legs, milady.

Best regards,

Sir Edward

Graciela L Arguello dijo...

Sir Edward, Milord, as far as they are compliments, you may say whatever you want.
All ladies love them, no matter how much we pretend not to be so shallow.
And, yes, of course, you will be able to read the whole book, because it will be gradually posted under the label: Un dios para cada uno.

Best wishes, Graciela

Carlos Alberto dijo...

Graciela:

Ya me venía riendo de tus dichos antes de ingresar al blog. Resulta que mi blog (vaya uno a saber por qué) ha desaparecido de la sección Imágenes de Google. Pero todavía aparece en La Web, siempre que escribas Gigantes que desaparecen. (Algo que, por supuesto, a nadie se le va a ocurrir escribir.) Cuando haces eso también aparece tu blog. Y debajo de ¿Y Si Hubiera Una Vez? aparecen estas palabras: Carlos Alberto, insisto en que dejes de lado la modorra y te pongas a escribir tu novela...

¡¡¡Me estuve riendo a carcajadas un buen rato!!!

(¿Te das cuenta que me estás retando ANTE EL MUNDO?)

Luego me vine a tu blog y siguieron las carcajadas. Realmente tienes mucho ingenio a la hora de escribir. Tienes estilo. El famoso Toque Graciela, del que he hablado anteriormente.

Después de pensarlo muy detenidamente, he decidido que de piernas no voy a hablar, ya que soy un hombre muy serio. Y, además, no quiero que tu marido se me enoje.

Demos vuelta la página.

Pues te cuento que yo tampoco soy creyente. Realmente no tengo la más mínima esperanza de una vida tras la muerte. Tus palabras me hicieron recordar a las de Alejando Dolina: Cuando llegue la hora de la muerte, me van a tener que venir a buscar entre varios. (O algo así.)

Bueno, volveré a leer con mucho gusto ese libro que parece tan interesante. Recuerdo ahora uno de Arthur Clarke (que no he leído): Los 8 millones de nombres de Dios.

¡Que sigas bien!

Graciela L Arguello dijo...

Carlos Alberto Un gusto tenerte otra vez por aquí, pero debo decirte que voy a seguir retándote ante todo el mundo, porque me parece que nos estás debiendo tu novela. Tu blog demuestra claramente que hay allí un gran manejo de la palabra, entonces por qué nos privarías de una novela tuya ¿eh?

Respecto al humor, es como dice mi etiqueta: una manera de salvarse. A todos nos pasan cosas que podrían deprimirnos terriblemente si no le encontráramos su lado ridículo (que siempre lo tienen)
Y hoy los argentinos estamos pasando por uno de esos momentos bien difíciles,que cada tanto nuestros gobernantes nos obsequian desinteresadamente, de modo que mientras peleamos por lo que creemos, necesitamos más que nunca un espacio catártico. Y yo al mío lo defiendo con uñas y dientes.

Un abrazo, Graciela