Después del catártico post de la semana pasada, decidí mostrar otro aspecto de la primavera, y rebuscando en mis viejos archivos, encontré algo que había escrito para mis compañeras de gimnasia en el año 1998. Menciono aquí a algunas que ya abandonaron la lucha, y faltan las de reciente incorporación, pero lo más importante es que el espíritu de la cosa sigue ahí, y que por lo menos Isabel, María Silvia (la profe) y yo, llevamos ya unos 20 años manteniéndonos bellas, o haciendo como que...
Otra vez la primavera realza con su majestuosa belleza el inenarrable encanto del grupo de las 7 y 30 horas en el Gimasio Alta Córdoba.
Cierto es que tenemos una nona entre nosotras, y que otras, sin serlo, ya deberíamos estar tejiendo escarpines en la mecedora, en lugar de venir a quejarnos como almas en pena cada vez que levantamos una pata en la dichosa y nunca bien ponderada posición de banco. (Nótese que en el momento en que esto fue escrito, yo todavía no había ingresado al censo como abuela)
También es cierto que a pesar de las promesas de belleza y salud que suelen íntimamente relacionarse con los anuncios de los gimnasios, no hemos logrado achicar la distancia que nos separa de Claudia Schiffer mucho más de un par de armstrongs, pero no importa.
Aquí estamos reunidas, contentas y festejando el advenimiento de la primavera, mucho más alegremente que si estuviéramos en casa lavando las ventanas, por dar un ejemplo de nuestras múltiples opciones.
Y por otra parte¡ mucho es lo que tenemos que festejar! Porque a medida que pasa el tiempo, vamos creando una camaradería siempre mayor, en la que se entretejen miles de deliciosos detalles cotidianos.
Como Isabel, contando sin errores los ejercicios y corrigiendo, para beneficio de la simetría de nuestras anatomías, las distracciones de Silvia, que deriva por vaya a saber qué mundos interiores, mientras nosotras vamos por el abdominal número 604, más muertas que vivas, pero atentas a la amena charla que hilvanan entre gemidos y resoplidos, Mónica y Graciela, las peores del grado, que estratégicamente ubicadas al fondo del salón, no paran de hablar ni cuando están agonizando después de 500 glúteos.
Cierto es que hace un tiempo nos falta María que le daba un color local más que particular al salón de clase, y también es cierto que Alicia, Mariana y María José ya no comparten nuestro martirio cotidiano, pero tenemos para todas un cálido rinconcito en el corazón, que nada podrá llenar, salvo la improbable circunstancia de que Richard Gere, Kevin Costner o Joan Manuel Serrat vengan a reemplazarlas, en cuyo caso de acá a un tiempo, ni el nombre vamos a recordar de las mujeres ausentes.
Pero, en fin, volviendo al hoy del gimnasio, convengamos en que como todos los grupos particularmente exitosos, ya hemos empezado a garantizar su continuidad ¿o no se han percatado de que la incorporación de Gisella ha inaugurado la producción de "Aerobics 7 y 30, new generation"?
Por supuesto, que eso significa también que para preservar la imagen de las santas madrecitas inmaculadas, habrá que filtrar y poner mesura en los comentarios obscenos, que algunas desaforadas emiten sin reflexión alguna, olvidando que ser madres es un compromiso sagrado, y deteniéndose en cambio en el acto no tan sagrado, pero infinitamente más entretenido que convierte a una mujer en futura mamá.
Acto que ocurre nueve meses antes de la llegada del hijo y que después de su llegada ocurre más o menos una vez cada nueve meses, en una sutil simetría no siempre apreciada como tal.
Y a propósito del tema, recuerdo que en la ya lejana época en que éramos núbiles ninfas inocentes- porque créase o no, alguna vez todas lo fuimos- se insistía mucho en la importancia de conservar la virginidad como un don inapreciable y sobre todo irrecuperable.
Vaya un error conceptual. ¿Desde cuándo es la virginidad irrecuperable? Después de 30 o 40 años de matrimonio, casi todas las parejas terminan volviendo a la más casta de las virginidades, y al más platónico de los amores. Y lo de platónico va en más de un sentido, porque cuando una mujer ve a un marido sesentón totalmente desnudo, seguramente se hará el plato, y viceversa, o sea que es un amor altamente platónico.
En definitiva que no hay que guardar ni un cachito de lujuria para más tarde, para no correr el riesgo de que sea demasiado tarde.
En otras palabras, lo que no se gasta no se mezquina, y para eso, qué mejor que mantenerse en estado, viniendo al gimnasio dos o tres veces por semana. Porque si algo ha conseguido María Silvia hasta hoy, es precisamente mantenernos en estado, en estado de coma, claro ¿o qué creían?
No dejen de recordar a los perritos y gatitos que esperan hogar y que les pueden regalar bellas aventuras una vez que los incorporen a su familia. Un abrazo y hasta el próximo sábado. Graciela.
P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.
5 comentarios:
Muy bueno! Y me alegro que hayas mejorado tu ánimo "primaveral". Muchísimas gracias por los comentarios que dejaste en mi blog (creo que estás exagerando). Un saludo, y ojalá que a Richard Gere se le de por pasar por Alta Córdoba (aunque me lo imagino hincha de Talleres).
¿Cómo fue que pasamos de una crónica de gimnasio a "no hay que guardar ni un cachito de lujuria para más tarde"?
De todas maneras, me gusta tu forma de pensar; como buena hija, voy a tomar ese consejo.
La última, antes de irme a la pelu para estar besha esta noche. Hace 20 años que vas fielmente al mismo gimnasio??? sos consciente de que le sos más fiel al gym de lo que muchas mujeres le son a sus maridos???
Sinceramente, te envidio la constancia, porque yo soy re vaga para el ejercisio, pero me tendría que ponerlas pilas, mis piernas parecen un flan.
Bueno, nos vemos esta noche para el abrazo madre-hija, lo estuve ensayando para que sea al estilo de Gente que busca gente, para darle algo de dramatismo al festejo.
Besos
Gustavo,
no exagero, me gusta mucho tu estilo, y por suerte hay mucho para leer. Voy paseando lentamente por las entradas más antiguas, y siempre encuentro cuentos que me atrapan de una manera muy especial, de paso, le recomiendo tu blog a Dayana que es una gran lectora, y aguda crítica.
Dayana,
habrás visto arriba la invitación, el Detonador astral es muuuuy recomendable, hacé click en el comentario de Gustavo, y después lo cuereamos a dúo ;D
Respecto a seguir mi consejo, como me dijiste también en el festejo viandante, pues sí, hija mía. Si querés ser tan feliz como tu hermanito Pulpo, disfrutá sin culpas. Y ésa es la relación entre el gimnasio y el placer. ¿Para qué creés que una quiere estar en forma, eh?
Y la fidelidad al gimnasio es obviamente más fácil que a cualquier marido. Pensá que dos o tres horas semanales de trabajo en el gimnasio te garantizan una satisfacción permanente. En el caso de un marido es exactamente al revés. (dejo el análisis para tu sutileza ampliamente demostrada)
Nos encontramos en el viandante para comentar la fiesta. Beso
FELIZ CUMPLEAÑOS DOÑITA!!!!
Se la quiere
Gracias, Pulpo, ya les diré a los viandantes que no se olvidó, para que no lo reten. También se lo quiere... "y más muchísimo todavía"
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