Tal como prometí oportunamente, iré subiendo paso a paso todo mi primer libro completo. Ya presenté su tapa, su dedicatoria manuscrita, y elaboré un post con el discurso que leí el día de la presentación.
Ahora ya podemos comenzar a hojear el libro mismo. Hay en él una primera página con una dedicatoria impresa que dice:
A mis hijos:
Carlos Aníbal y Guillermo Mauricio,
herederos de mi búsqueda, y tal vez
de mi desconcierto, que toleraron
heroicamente las lecturas de prueba,
sugiriendo posibles correcciones.
Y a continuación, subo el prólogo. Como dije alguna vez, muchos seres que allí se mencionan no están ya en mi vida, o han pasado a ocupar lugares diferentes en ella, pero elijo ser fiel a lo que escribí entonces (1991) , sin quitar ni poner una coma.
En unos casos porque su partida fue definitiva, y esta mención les sirve también de homenaje, y en otros, porque prefiero recordar los momentos previos a las partidas, porque todos dejaron valiosas experiencias, que modelaron lo que soy.
UN DIOS PARA CADA UNO
PRÓLOGO.
Este párrafo debiera llamarse, antes que prólogo, agradecimiento, ya que nació de la necesidad de agradecer a muchas personas, que queriéndolo o no, inspiraron este libro, se pasearon inadvertidamente por él, o me animaron a editarlo, según el caso.
Cuando escribí la dedicatoria, estuve tentada de mencionar allí a todo los seres que quiero, pero pensé que resultaría más largo ese texto que todo el resto del libro, y preferí dejar ese listado para esta página, prometiéndome a mí misma, que cada uno de mis quereres tendría alguna vez su dedicatoria en mis próximas obras, convencida como estoy de que seguiré inundando hojas y hojas con las elucubraciones de mis prolíficas y desinhibidas neuronas.
Pero aquí quiero nombrar a algunos afectos que se lo merecen, y advertir que otros no serán mencionados por la misma razón.
Es vital para mí, agradecer a Carlos, mi esposo, padre de mis hijos, y sufrido compañero, que se obstina incomprensiblemente en padecerme, desde hace más o menos media vida; quien además me alentó para finalizar este intento, (sospecho que para mantenerme ocupada en algo inofensivo, en vez de inflamarle permanentemente las amígdalas).
Por allí, entre los dioses que me merecen más respeto, se han asomado mis dos hermanos. Uno que ya no está, y que duele todavía, y el otro, que comparte conmigo ese dolor, pero que además se entromete en mis alegrías, que sin su úrsico abrazo no serían las mismas.
Mi madre y mis tías, aparecen de a ratos entre muchos dioses, ya que los suyos no fueron monolíticos ni podrían serlo, pero sobre todo, prefiero imaginarlas reflejadas en el Dios de los chicos, aunque hayan hecho alguna que otra incursión catedralicia, y se hayan codeado con la Finita, u hojeado alguna vez la Biblia.
El Dios amigo que quiero para mí, cobija a muchos seres especiales, muy queridos y muy queribles, que no me siento obligada a mencionar, porque todos ellos sabrán reconocerse, ya que me habrán enjugado alguna lágrima, y me habrán acompañado en muchas locas aventuras. Están allí, y ellos lo saben.
Cristina, la del Dios culto de mi adolescencia, todavía se pasea por mi vida, y va a asombrarse de lo importantes que fueron sus cuestionamientos para mi subconsciente, porque nunca después hablamos de Dios, ocupadas ambas en sendas vidas de profesionales, mujeres y madres. No obstante, ella me sacudió los esquemas cuando teníamos quince años, y se lo agradezco.
Mariana y Pablo, mis rubios y hermosos sobrinos, andan paseando su belleza por el dios de los adolescentes de la clase alta. Ojo, esta clase alta en particular no tiene connotaciones sociales sino más bien topográficas, ya que Pablo debe medir como 1,85 m y no da muestras de querer parar ahí.
María Magdalena, Luis Eduardo, César Francisco y Rodrigo Sebastián, tendrán según supongo, un Dios propio y transicional entre el de los chicos y el de la adolescencia, ya que andan transitando la edad de la ruptura.
Y a Lucecita, mi más pequeña sobrina, la menciono por afecto, nada más, porque la bebota no ha de tener la menor idea de la teosofía en que se verá envuelta, cuando trasponga los barrotes de su cunita.
Marcelino, Serafín y la Juanita existieron en mi infancia. Ya no están pero dejaron huellas.
Otros nombres ocultan mezclas de numerosas personas, a cuya sagacidad dejo librado reconocerse o no, según las mande su conciencia.
Y si hay un Dios, que por todo esto me perdone.
Post -scriptum: El dolorido reclamo de mi hija espiritual, Loba, que aúlla en la terraza, me obliga a salvar el imperdonable olvido, e incorporar su peluda presencia para completar la familia en cuyo continente afectivo se desarrollan mis intelectuales devaneos.
Y ahora, vayan a generar pecados para hacerse perdonar por el dios que hayan elegido para su uso personal. Hasta el próximo sábado. Un beso. Graciela
Para los recién llegados, y como penitencia a cuenta, vayan a estudiar en este post, si es que no saben ya de memoria el tema.
Ahora ya podemos comenzar a hojear el libro mismo. Hay en él una primera página con una dedicatoria impresa que dice:
A mis hijos:
Carlos Aníbal y Guillermo Mauricio,
herederos de mi búsqueda, y tal vez
de mi desconcierto, que toleraron
heroicamente las lecturas de prueba,
sugiriendo posibles correcciones.
Y a continuación, subo el prólogo. Como dije alguna vez, muchos seres que allí se mencionan no están ya en mi vida, o han pasado a ocupar lugares diferentes en ella, pero elijo ser fiel a lo que escribí entonces (1991) , sin quitar ni poner una coma.
En unos casos porque su partida fue definitiva, y esta mención les sirve también de homenaje, y en otros, porque prefiero recordar los momentos previos a las partidas, porque todos dejaron valiosas experiencias, que modelaron lo que soy.
UN DIOS PARA CADA UNO
PRÓLOGO.
Este párrafo debiera llamarse, antes que prólogo, agradecimiento, ya que nació de la necesidad de agradecer a muchas personas, que queriéndolo o no, inspiraron este libro, se pasearon inadvertidamente por él, o me animaron a editarlo, según el caso.
Cuando escribí la dedicatoria, estuve tentada de mencionar allí a todo los seres que quiero, pero pensé que resultaría más largo ese texto que todo el resto del libro, y preferí dejar ese listado para esta página, prometiéndome a mí misma, que cada uno de mis quereres tendría alguna vez su dedicatoria en mis próximas obras, convencida como estoy de que seguiré inundando hojas y hojas con las elucubraciones de mis prolíficas y desinhibidas neuronas.
Pero aquí quiero nombrar a algunos afectos que se lo merecen, y advertir que otros no serán mencionados por la misma razón.
Es vital para mí, agradecer a Carlos, mi esposo, padre de mis hijos, y sufrido compañero, que se obstina incomprensiblemente en padecerme, desde hace más o menos media vida; quien además me alentó para finalizar este intento, (sospecho que para mantenerme ocupada en algo inofensivo, en vez de inflamarle permanentemente las amígdalas).
Por allí, entre los dioses que me merecen más respeto, se han asomado mis dos hermanos. Uno que ya no está, y que duele todavía, y el otro, que comparte conmigo ese dolor, pero que además se entromete en mis alegrías, que sin su úrsico abrazo no serían las mismas.
Mi madre y mis tías, aparecen de a ratos entre muchos dioses, ya que los suyos no fueron monolíticos ni podrían serlo, pero sobre todo, prefiero imaginarlas reflejadas en el Dios de los chicos, aunque hayan hecho alguna que otra incursión catedralicia, y se hayan codeado con la Finita, u hojeado alguna vez la Biblia.
El Dios amigo que quiero para mí, cobija a muchos seres especiales, muy queridos y muy queribles, que no me siento obligada a mencionar, porque todos ellos sabrán reconocerse, ya que me habrán enjugado alguna lágrima, y me habrán acompañado en muchas locas aventuras. Están allí, y ellos lo saben.
Cristina, la del Dios culto de mi adolescencia, todavía se pasea por mi vida, y va a asombrarse de lo importantes que fueron sus cuestionamientos para mi subconsciente, porque nunca después hablamos de Dios, ocupadas ambas en sendas vidas de profesionales, mujeres y madres. No obstante, ella me sacudió los esquemas cuando teníamos quince años, y se lo agradezco.
Mariana y Pablo, mis rubios y hermosos sobrinos, andan paseando su belleza por el dios de los adolescentes de la clase alta. Ojo, esta clase alta en particular no tiene connotaciones sociales sino más bien topográficas, ya que Pablo debe medir como 1,85 m y no da muestras de querer parar ahí.
María Magdalena, Luis Eduardo, César Francisco y Rodrigo Sebastián, tendrán según supongo, un Dios propio y transicional entre el de los chicos y el de la adolescencia, ya que andan transitando la edad de la ruptura.
Y a Lucecita, mi más pequeña sobrina, la menciono por afecto, nada más, porque la bebota no ha de tener la menor idea de la teosofía en que se verá envuelta, cuando trasponga los barrotes de su cunita.
Marcelino, Serafín y la Juanita existieron en mi infancia. Ya no están pero dejaron huellas.
Otros nombres ocultan mezclas de numerosas personas, a cuya sagacidad dejo librado reconocerse o no, según las mande su conciencia.
Y si hay un Dios, que por todo esto me perdone.
Post -scriptum: El dolorido reclamo de mi hija espiritual, Loba, que aúlla en la terraza, me obliga a salvar el imperdonable olvido, e incorporar su peluda presencia para completar la familia en cuyo continente afectivo se desarrollan mis intelectuales devaneos.
Y ahora, vayan a generar pecados para hacerse perdonar por el dios que hayan elegido para su uso personal. Hasta el próximo sábado. Un beso. Graciela
Para los recién llegados, y como penitencia a cuenta, vayan a estudiar en este post, si es que no saben ya de memoria el tema.
Un abrazo y hasta el próximo sábado. Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea? Graciela.
P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.
9 comentarios:
Qué interesante dedicatoria. Es como una fotografía, ya viejita, que captura el momento en que escribiste.
Un saludo desde San José...
Si ves a Arellano, mandale saludos de mi parte! Parece que está pasando por otra de esas etapas en las que no le gusta recibir comentarios...
Hola Terox Primero, gracias por apoyarme en esta bastante solitaria campaña por rescatar a las mascotas de El Chaitén. Ví que sumaste tu blog a ella.
Por otra parte, yo también me asombro de no poder comentar en lo de Carlos Alberto. ¿será que tiene miedo de que entremos armados de un cuchillo? ;P
Y respecto a la dedicatoria, sí es como una vieja fotografía, sobre todo de muchos ausentes. Pero, bueno, la vida está hecha de momentos, y todos son irrepetibles. Hoy ya no podría escribir eso,pero no está mal recordarlo.
Un beso, Graciela
Que bueno enterarme de que voy a poder leer el libro. Nunca lo pude encontrar en la biblioteca de la Uni, y finalmente desistí. ¡Muy buena noticia me da este post Gracielita!
Graciela:
Que bello que escribieras un libro, en primer lugar te felicito por tan buena idea.
Tu dedicatoria no deja a nadie importante en tu vida por fuera eso es muy lindo de tu parte, espero que el libro sea un éxito, y yo sé que si tenemos un Dios para cada uno de nosotros, sus hijos.
Saludos
Daniel Bueno, vas a tener que armarte de paciencia, porque no lo voy a subir todo de corrido, sino un capítulo cada tanto, pero espero que lo disfrutes.
Hola Roy mi visión de la idea de dios es totalmente disidente y crítica, espero que a nadie le moleste cuando aparezcan mis cuestionamientos, porque fueron escritos con humor, pero también con respeto a las visiones ajenas.
Un beso a ambos, Graciela
Holaaa! si me imagino que van a ser pequeñas docis! Pero me conformo igual! Besos
Hola Daniel Entré en tu link,pero no he podido leer ningún post Me da ingreso a la página,pero no hay contenidos en ella Un beso. Graciela
Graciela:
Hermoso prólogo. Lleno de seres queridos, voces del pasado y sobrinos tamaño gigante.
(No sabía de la muerte de tu hermano. Lo lamento mucho.)
Recuerdo perfectamente la foto de tu mamá, la tía Negra y la tía Chicha, que vi la primera vez que llegué a tu blog.
(Este recuerdo de la primera vez que estuve en tu blog, Graciela, me ha hecho sentir nostalgia por los días que se fueron. No parece que hubieran pasado siete meses. Más bien parecen siete años.)
(Llegué a tu blog en noviembre de 2007, desde el blog de Gustavo, El Detonador Astral. ¿Sigues yendo por ahí? Yo hace mucho tiempo que no voy. Recuerdo que Gustavo me comentó que estaba por publicar un libro de cuentos. ¿Lo habrá publicado? No recuerdo haber visto a Gustavo comentando en tu blog.)
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Posdata: ¡Saludos a Loba!
¡Que sigas bien!
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Sobre tu paso por mi blog:
1) Sí, tengo un pichón de dragón en el garaje. Pero no puedes verlo.
2) ¡Magnífica la anécdota del crucero! ¡Jajaja!
Hola, Carlos Alberto ¡Qué gusto encontrarte! Terox y yo no podíamos dejar comentarios en tu página por un tiempo, y creíamos que habías apostado guardaespaldas por las dudas ;D
¿Han pasado siete meses? A mí me parecen minutos, en cambio.
Ese prólogo tiene muchas ausencias, ya que fue escrito tantos años atrás. Lamentablemente, Loba es una de ellas ¿estás seguro de que no puedo reemplazarla con el dragón escondido en tu garage?
A Gustavo lo visito siempre, porque es un muy buen escritor, y él viene cada tanto a mi blog, pero no supe de un libro. Sería su primera compradora, te garantizo.
Un gran beso Graciela
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