Hoy, otra vez un cuento corto, de los que fui publicando en versión papel a lo largo de los años.
¡Pensar que ése era el propósito original de este blog! ¡Cómo fue cambiando con el tiempo!
Cuando lo inauguré, la idea era dar difusión a todo el material publicado y poco conocido que de otro modo seguiría en el olvido, pero fui sumando otros temas y el perfil se fue corriendo hacia otros espacios que también me apasionan.
Pero cada tanto vuelvo a la buena senda y retomo el hilo conductor anunciado, como hoy.
Este cuento no es de mis favoritos (un modesto 6 en la escala gustométrica) pero cuando salió la convocatoria del concurso a través del cual resultó seleccionado para la antología, era lo único que tenía listo con la longitud requerida.
Para mi propia sorpresa fue elegido y se publicó en el año 2004 en “Párrafos sin límites” Antología de Editorial Línea Abierta pág.13, cuya tapa y dedicatoria escaneadas les presento aquí, como ya es costumbre.
LA GRAN AVENTURA
por Graciela L. Argüello
(para Clory, que ya no está)
En las tardecitas de verano, plácidas y perezosas, Casimiro sacaba su silla matera al patio, y comenzaba a carraspear, a la espera de captar la atención de los nietos, y de los amigos de los nietos, que jugaban entre las plantas.
Con su voz lerda enunciaba:
-Era una tardecita igual a ésta, me acuerdo como si fuera ayer. El mismo olor de los jazmines, el mismo calorcito. Hasta las mismas nubes, yo diría...
Y todos los chicos corríamos a reunirnos a su alrededor para escuchar LA HISTORIA.
Siempre la misma, a lo largo de los años, igual pero distinta: su historia, legendaria en la familia.
El cuento de Aquella Vez...
Nosotros, los nietos mayores notábamos que día a día agregaba mil detalles diferentes, puros inventos de la nostalgia, que perdonábamos gozosos, pues daban vigor a su relato, que de tan repetido ya era nuestro folklore.
Los más chicos, ignorantes de los cambios, abrían sus ojos asombrados a la insólita maravilla.
La tarde se estiraba en el recuento melancólico de aquella gloriosa vez, adornado en cada ocasión con personajes nuevos, con pequeñas anécdotas que cambiaban sutilmente la línea del cuento perpetuo, enredándose en breves narraciones colaterales que ampliaban la trama original, y alargaban nuestro éxtasis.
El abuelo Casimiro se deleitaba en nuestra admiración, e insistía por ello en el prolijo inventario de los olores, los sonidos, los colores, y sobre todo los sabores de su tarde inolvidable, ya tan lejos en el tiempo.
Después de recorrer todos y cada uno de los inusitados detalles de la insustituible aventura, después de suspirar sus añoranzas, tras rumiar los regalos de la memoria, el abuelo paseaba la vista por el patio anochecido de verano, lánguido de calor, y remataba sus recuerdos con la invariable letanía:
-Parece mentira, yo viví aquella fiesta, por allá por 1987. ¡Qué ventura inolvidable!... ¡Nunca más los jubilados de la plaza tuvimos plata para comer un asado...!
Bueno, con mis mejores deseos para el fin de semana y los saludos de Cleopatra, a quien deben ayudarme a encontrarle un hogar, los dejo hasta el próximo sábado. Graciela.
Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea?
P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.
4 comentarios:
A mí me encantó este cuento Graciela!
es enternecedor!
precioso!
Gracias Wilhemina pero de verdad está lejos de ser uno de mis favoritos. Un beso Graciela
Me gustan todos los cuentos de abuelos, pero me gusta más como escribes tú. Enhorabuena por el cuento.
Escribe más, por favor
Hola Avellaneda Gracias por tu generosidad, en realidad es un cuento prolijo, pero no mucho más- Al mandarlo al concurso, nunca pensé que sería seleccionado para la antología, pero así fue. Todavía estoy mezquinando los que más me gustan, pero hay muchísimos publicados, esperando su turno para subir al blog. Un beso graciela
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