Durante mis vacaciones, anduve conociendo lugares maravillosos en Colombia, entre ellos, Cartagena, una verdadera joya digna de ser admirada.
Allí, como hago siempre, me anoté en todo paseo, visita, excursión y/o caminata disponible, con mi cuadernito de notas y mi cámara de fotos, ansiosa por conocer y aprender todo.
Tuve la suerte de tener guías turísticos de un entusiasmo y conocimiento superlativos, que me mostraron lo visible y lo invisible a los ojos, es decir la ciudad, pero también su alma, su tradición y su historia.
Jairo Martínez, a quien puede verse en la foto, en el interior de uno de los pasadizos del Fuerte San Felipe, es un ejemplo de uno de esos extraordinarios guías, y fue el portador de la buena nueva que quiero compartir.
Cuando subimos al Cerro La Popa, el sitio más alto de Cartagena, desde allí observamos la ciudad entera, y Jairo fue mencionando los principales edificios y monumentos que se divisaban.
En un momento, mencionó la Plaza de Toros, y el alma se me fue a los pies, y no pude menos que preguntar algo horrorizada:
-¿Hay corridas de toros en Cartagena?
Y la respuesta fue:
-Sólo en teoría, ya que en los dos últimos años no pudieron celebrarse por falta de público. A la gente no le interesa ese espectáculo.
¡Bien por los cartageneros! Bien por ellos que han vuelto la espalda a un espectáculo salvaje y vergonzoso.
Tienen los cartageneros el orgullo de conservar en perfecto estado, edificios y fortificaciones antiquísimas, y cuentan con apasionamiento su historia de piratas y hasta de sacrificios religiosos, pero saben qué preservar, cómo y hasta dónde.
Hay en Cartagena un Museo de la Inquisición, que es atractivo turístico, y hay una Plaza de Toros, pero han sabido los colombianos, dejar en el pasado las tradiciones que no deben perpetuarse.
Inquisición y tauromaquia son cosas archivadas en la práctica por un pueblo que sabe vivir de cara al futuro, aunque esté inmerso en una ciudad que por su riquísima historia es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Me inclino ante su sabiduría, hermanos colombianos, y hago votos porque otros pueblos hagan exactamente lo mismo con esa brutal y sangrienta "tradición".
Hay cosas que están cambiando, y para bien.
Lamentablemente, otras cambian con cierta tristeza: Panchita ha transcurrido sin suerte su segundo ciclo como A.D.T. y si bien seguirá adornando la bar side, siempre a la espera de hogar, hoy cede su puesto a Firuláis, que también necesita desesperadamente una familia.
Él es un callejero demasiado tímido para pasarla bien sin la protección de los humanos que inventaron el cruel y excluyente sistema urbano.
Si alguien decide cambiar la tristeza de su mirada, debe dejar un comentario en el blog, pidiendo por él.
6 comentarios:
Ruego por que algún ser humano se deje adoptar por ellos.Aquel que pase por ésta vida sin la compañía de un perro,jamás habrá tenido un amigo.Felices Pascuas,amiga.
Hola, rumbofijo , absolutamente de acuerdo, una mascota nos completa y nunca nos falla Un Beso Graciela
Bravo por la gente de Cartagena!!!
Cómo te envidio tía!! Cómo te castigás en las vacaciones!!
Sí, Gurisa , bravo por los cartageneros!!!!
Ahhh, Cartagena... yo fui de luna de miel allá...
Qué bien que no haya corridas de toros... acá hay "corridas" pero está prohibido matar al toro y se controla el tamaño de las púas (en las banderillas). Usualmente se mezclan con corridas "a la tica" donde el público se mete a la plaza...
Firuláis se ve muy simpático y con un pelaje envidiable...
Hola Terox Buen lugar para luna de miel!!!!
Es un paso adelante que no maten al toro, pero falta aun dejar de torturarlo.
Acá hay domas de potros que se consideran "tradición" y que son una vergüenza, pero ya iremos dejando lentamente atrás todas esas prácticas.
Un abrazo, Graciela
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