Bartimeo, Federico Alfonso y Elvira Inés, los ángeles del blog.

sábado, 21 de enero de 2012

Otro capítulo de Un dios para cada uno



Como bien saben ustedes, hace tiempo que vengo subiendo este librito mío por capítulos que pueden leerse de modo independiente entre sí. No obstante, si prefieren, entrando en la etiqueta Un dios para cada uno, pueden empezar de atrás para adelante como siempre se lee en los blogs, a leer toda la historia, e inclusive las aclaraciones previas.
Este Capítulo en particular tuvo un rebote insospechado, que será próximamente una anécdota que les contaré en otro post.

Capítulo 7:
El dios de la Pilar:
Este dios le corresponde a otra categoría de viudas y vírgenes, carentes por completo de la cándida devoción de la Juanita. Esta doña Pilar no ha sublimado su libido en el Señor.

Esta Doña Pilar es en cambio una heredera de las antiguas brujas. Una extraña mutación histórica que desde las piras de la Inquisición ha traído al pie de los altares más benévolos de hoy, a una mezcla de curandera, manosanta, chismosa y casamentera, no de verdad de beata, sino más bien oscurantista y enredadora, que se siente a gusto entre los inciensos y las aguas benditas, por los humos y las aguas mismas. Su fe es muy probablemente sólo de forma indirecta relacionada con un dios.

Ella es casi la adoradora de los ritos, de las estampitas, las cruces, las velas, y algunos que otros difuntos conocidos, en un entrevero de supersticiones, mitos y leyendas, por donde sólo de a ratos, desfigurado, empequeñecido y envilecido asoma su dios.

Un dios de invocaciones, mediador para los bienes y los males (sobre todo para los males en los que los la Pilar se regodea) especie de gestor en el más allá de los trámites propios del más acá. Un dios que debe ser sobornado con permanentes promesas, ofrendas y penitencias, a fin de obtener su conformidad en la feliz realización de los no siempre felices deseos de la Pilar.

Porque la Pilar, moderna bruja, no se priva de deseos nada piadosos; de rencores ajenos por completo al “espíritu cristiano” y de malignidades propias más de un diablo que de un dios, aun cuando sea el suyo. Ese dios suyo al que le ruega castigue con el fuego del infierno a la vecina por orgullosa, o al verdulero por pesarle mal las papas.

La Pilar tiene un motor interno que se moviliza con el combustible de la ira, de la envidia, de la maledicencia, de la avaricia y de la sospecha. Pilar ve por todas partes súcubos, engendros, ladrones pecadores y violentos sin darse cuenta de que en realidad son todos ellos sus espejos. Su propia naturaleza concupiscente pone ante sus ojos, perversión en el más pequeño gesto de ternura; lujuria en la más pura de las caricias, y provocación en la más inocente de las miradas.

Es la misma Pilar, la que crea violencia a su alrededor, con su permanente malevolencia. Ella se rodea de una agobiante atmósfera, culpando luego los demás de sus dificultades respiratorias. Pilar, como su dios, siempre invocado para las venganzas, siempre juzgando para encontrar culpables, siempre interviniendo en milagrerías adulteradas, curandereando y esparciendo charlatanería, desconfianza y mezquindad, es por completo irredimible.

Ni su dios ni ella, aspiran en realidad al paraíso, demasiado terrenales ambos, quieren permanecer acá, enredándolo todo y enemistando a la gente, interfiriendo en sus sentimientos, y arruinándoles sus alegrías. Esta doña Pilar vino a hacer daño, y su dios es más que temible, es aterrorizador. Su sola invocación eriza los pelos de mi alma y echa a temblar todas las articulaciones de mi espíritu.

Pilar y su dios pasan por la vida de sus semejantes como helados vientos capaces de desertizar el Amazonas. Por desgracia, hay muchas Pilares, y me ha tocado ver su obra. Todavía me duelen las manos agotadas en el esfuerzo de transmitir algún calor a los pobres despojos de algunas de sus víctimas. Y todavía me duele la garganta de gritar advertencias contra éste, uno de los más peligrosos dioses, muy propenso a cruzar la línea hacia toda clase de sectas, más o menos siniestras.




Por suerte, existen seres pura bondad como Abrojo, para compensar a Pilar y sus maldades, él sólo tiene amor para dar y sólo pide a cambio un hogar donde volcarlo.
Los espero el sábado con la anécdota derivada de este capítulo. un beso Graciela.


Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea?
P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la  mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.

4 comentarios:

Terox dijo...

Toda una "joyita" la señora... espero que ya vayan quedando pocas de esa ralea, en este siglo XXI...

Graciela L Arguello dijo...

Pues las hay, Terox, y lamentablemente me topé con algunas en mi vida. Pero las convertí en inspiración para este capítulo. Un beso, Graciela

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

Bueno muchos usas a ese dios vengativo y aterrador para manipular y mantener el miedo perpetuo de todos sus adoradores y detractores.

Salduos

Graciela L Arguello dijo...

Es verdad, Roy lamentablemente es así, mucha gente se sirve de algo tan sensible para tener poder sobre los otros.
Pero ya verás que en otros capítulos vendrán otros dioses menos aterrorizantes y más queribles, que también los hay. (como el de la Juanita que ya vimos, sin ir más lejos) Un beso Graciela