Bartimeo, Federico Alfonso y Elvira Inés, los ángeles del blog.

sábado, 23 de junio de 2012

Un cuento más para disfrutar.

Ya debo haberles contado mil veces acerca de cómo mis hijos se destacan profesionalmente, pero también me llenan de orgullo en sus incursiones literarias, razón por la cual he creado esta etiqueta, precisamente, donde comparto sus logros en ese ámbito.
En este caso, he elegido un cuento que fue publicado hace muchos años, en una antología a la que se accedió por concurso, y  que pertenece al Cuervo, mi primogénito.
Como ya es costumbre cuando de cuentos se trata, la imagen que ilustra el post es el escaneo de la tapa, y he agregado el de la contratapa, para ubicarlos en el contexto de la publicación cuyos datos completos son: 

   Paz, Carlos aníbal.   2003. PESADILLA. Cuento corto. Antología Letras Argentinas de Hoy 2003. Tomo IV               pág             58,             Editorial de Los cuatro Vientos.   
        
       Y éste es el cuento:

PESADILLA
por Carlos Aníbal Paz.

Me persiguen. Son bichos inmundos llegados de otro planeta sólo para molestarme. Me quieren devorar, están todo el día rodeándome, mientras se relamen, con lo que consiguen prolongar mi sufrimiento.
Son muchos: diez, tal vez cien, o mil... Sólo Dios sabe cuántos son en realidad.
Me enfrento todos los días con ellos, y mutilo, mato, destrozo, casi con alegría sus odiados cuerpos. Pero al día siguiente están allí, de nuevo. No sé si son los mismos, o si son todos una copia del mismo molde, pero en definitiva no se van.
He probado lucha cuerpo a cuerpo, boxeo, artes marciales, armas blancas y de fuego.
Apliqué también mis conocimientos militares, tales como grupos comandos y asaltos armados. Asimismo malgasté mi fuerza aérea, marina y ejército, hasta que probé con un Little Boy como el de Hiroshima, y gracias a Oppenheimer los liquidé.
Pero hoy me di cuenta de que la segunda generación está creciendo y me vuelve a enfrentar. Esta vez los espero con los dientes apretados, el índice en el gatillo, y varios Little, Big y Ultra Big Boys.
Esta vez estoy prevenido. No atacarán a mis seres queridos.
Se las verán sólo conmigo. Yo solo me basto. Además tengo el presentimiento de que esta vez vienen acobardados.
Ahora quiero contar con la bendición e iluminación diurna para librarme de una vez por todas de este mal, y expulsarlo del planeta.
Los veo venir, se acercan cautelosamente, esperan, ya están en posición.
Yo, en tanto ciño la vincha, preparo el cuchillo multiuso y escapo hasta el callejón más cercano. Me siguen, ¡sí, lo logré,! Les tendí una emboscada... Pero de repente, se cortó la corriente, y la mágica ventanita cuadrada de luz por la que siempre entran a mi casa, ha desaparecido también...
Espero que lo hayan disfrutado, ya que este cuento sirve para auspiciar el pedido de Nikita por un hogar definitivo y más amoroso que el refugio en el que transcurren sus días.



   Un beso y hasta el sábado.

Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea?
P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la  mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.

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