Bartimeo, Federico Alfonso y Elvira Inés, los ángeles del blog.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Maestros eran los de antes.


Cuando uno trae una anécdota a la memoria, se desata toda una catarata de recuerdos relacionados con ella, y así es que aproximándose el día del maestro, no pude menos que pensar en la Clory, que era de los docentes con autoridad, ésos de hace más de cincuenta años.
Por ese entonces, yo no asistía a la escuela en que ella era la directora porque era una escuela para varones, y de travestis ni se hablaba por entonces.
Pero cuando la Clory organizaba paseos culturales o científicos con los alumnos de su escuela (a la que sí asistían mis dos hermanos), con muy buen criterio, mandaba una justificación de inasistencia a mi escuela de monjas, y me llevaba en cambio con ella, para abrirme la mente a otros desafíos.
Recuerdo con cariño uno de esos paseos, que fue al Observatorio Astronómico de Córdoba, por todo lo que incentivó mi curiosidad y por cuánto me abrió la mente...pero hoy quiero contarles una anécdota particular que tuvo lugar en ese paseo, y que habla de quién era la Clory.  
Recuerdo que había llevado a los tres sextos grados, (unos 120 alumnos) y a nosotros tres, los colados, que éramos mucho más chicos y andaríamos por los primeros grados.
Lo cierto es que una vez llegados los colectivos con los alumnos al lugar, ella pasó directamente a la oficina de administración a organizar algunas cosas, y todos nosotros, los chicos, tomamos un recreo en el parque que rodea el Observatorio mismo.
El parque se convirtió instantáneamente en un caos, con todos los más de cien niños (nosotros  tres incluidos) corriendo y gritando por todo el predio, e ignorando totalmente los vanos esfuerzos de las tres maestras de grado que trataban de organizarnos a grito pelado.
Ellas gritaban y nosotros gritábamos más fuerte. Ellas corrían detrás de unos, y nos escapábamos los demás, ¡un lío de órdago! 
Yo estaba, como todos, descontrolada y a los gritos, cuando de pronto, sentí un silencio ominoso, y vi cómo todos los alumnos se iban contagiando de una milagrosa disciplina, que los llevaba como zombies, a colocarse, sin ninguna orden explícita emanada de nadie, en fila, cada uno detrás de su maestra. Hasta tomaron distancia, según la posición que por entonces se estilaba, en que cada uno colocaba la mano con el brazo extendido sobre el hombro del anterior.
En no más que unos segundos, todos pasaron a ser como obedientes corderitos, más buenos que Lassie.
Entonces me volví para intentar entender la causa del milagro, y allí, en la puerta que daba acceso al parque, silenciosa, con expresión hierática, y las manos cruzadas en la espalda, se veía la imponente figura de mi madre, la Clory, que sin emitir sonido, con su sola presencia dominó toda la situación en cuestión de minutos.
Y así la recuerdo, como una enorme figura, por la sola magia de su carácter y personalidad, ya que después, cuando adolescente caí en la cuenta de que en realidad la Clory era bastante más baja que yo, aunque no fuera tan magra, sin ser tampoco gorda. Pero lo que tenía de rotunda era su presencia, su seguridad, y todo su continente y actitud.
Y actitud es lo que le sobra a Alelí, a quien deberían correr a adoptar ya mismo.

Un abrazo, y nos vemos el sábado próximo. Graciela.  

Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea?
P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la  mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.

4 comentarios:

Terox dijo...

NO sé como le iría en una escuela actual... es que en aquel tiempo, a uno lo enseñaban a respetar a los mayores, y por lo menos en mi caso, sin necesidad de castigos físicos...

Graciela L Arguello dijo...

Ella se haría respetar aun hoy, te lo aseguro, Terox , y jamás nos puso un dedo encima a ninguno de los tres hermanos, pese a muchas de nuestras salvajadas.

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

La autoridad es un don preciado, es solo eso autoridad no hay que buscar otras explicaciones.

Yo recuerdo que en mi escuela el maestro de música que nos enseñaba a tocar violín, cuando se enojaba se zafaba la faja y fajeaba a mis compañeros jaja eso hoy en día seria un delito e iría a la cárcel el maestro.

Con esto lo que deseo decir es que una cosa es el miedo y otra la autoridad.

Ese maestro era terrorífico con la faja.

Saludos perrunos

Graciela L Arguello dijo...

Tal cual, Roy provocar miedo no es tener autoridad. Mi madre me inculcó a través del ejemplo, un rechazo visceral a toda forma de violencia, y nunca empleó un castigo físico. Sin embargo, si nos miraba con "esa mirada" (de la que no abusaba, por supuesto) nos congelaba en el aire. Era todo un personaje , la Clory. Un beso.