Este capítulo tiene mucho de confesiones personales, y presenta algunos de los argumentos que todavía justifican mi ateísmo, aunque faltan millones más.
Capítulo 12.
Algunos
otros DIOSES CULTOS.
Aquí ocurre un fenómeno particular, que me
obliga a sintetizar algunos puntos comunes de variadísimos matices, ya que estos
dioses son infinitos en sus posibilidades, como infinitas son las sutiles
diferencias que les imponen las mentes que los crean. Tienen en común
esencialmente eso: génesis, no en las entrañas ni en la memoria social, como el
dios de la Vecina o el Verdulero, sino en la razón.
Por eso mismo su amplia
variabilidad, ya que la razón no admite limitaciones, y cada cual teologiza a
su manera. Pero el sello común de estos Otros Dioses Cultos es su carácter de
estudiosos, todos ellos con un master diferente bajo el brazo. Y podemos
mencionar las diversas disciplinas sobre las que versan dichos títulos.
Está el dios con un Master en Reencarnaciones,
dios entretenido y sociable que se pasa explicando aquello de la inmortalidad
del alma, la resurrección de la carne y la vida perdurable; cuyos seguidores
tienen en común, por ejemplo, el rechazo absoluto a cualquier eventual donación
de órganos, ante la posibilidad de necesitarlos en otro mundo so pena de
convertirse en almas no videntes o espíritus con insuficiencia renal.
Luego está el dios con Master en Redención por
la Fe, cuyo slogan es: “Cree en mí y yo pago tus cuentas”. Este dios es
permisivo y caprichoso. Es el que elige a algunos para salvarse en función de
su fe. No pide cuentas de actos sino de creencias. Cuanto menos cuestionamientos
religiosos te hagas, más garantizado tienes el ingreso al Paraíso. Curiosamente
es también un dios CULTO, porque este principio cuenta con volúmenes y volúmenes
de teorizaciones para su apoyo.
Y existen también dioses con Master en “Ciencias
versus Milagro”, “Predicciones, Profecías y Futurología bíblica, su interpretación
científica”, “Exorcismo, su aplicación parapsicológica”, etc., etc., etc.
Entre todos esos etcéteras, cabe un dios
adolescente e ingenuo, que fue mi dios culto entre los quince y los veintialgunos
años: el dios que pacientemente explicaba a mi amiga Cristina, sacudida antes que
yo por la crisis de la fe. Un dios que contestaba a sus inquietantes preguntas,
con sólida desinformación y cúbica perspectiva. Decía Cristina: -“¿ Por qué
tiene que existir un dios? ¿Qué prueba tenés?”
-“Si la obra imperfecta de lo artificial tuvo
un creador: el hombre, la obra perfecta
de lo natural debe tener un creador perfecto: Dios”.
-“Y si ese dios tuyo es perfecto, ¿por qué
permite la injusticia, la maldad o la mentira?” –“Porque deja a los hombres
elegir libremente su camino. Son ellos y no Él quienes eligen la injusticia”.
-“Pero ¿por qué la injusticia existe? Él podría
impedirlo”
-“¿Y entonces dónde estaría el mérito de ser
bueno, si no se pudiera no serlo?”
- ¿Y para qué te sirve el mérito ése?”
-“Para llegar al Reino de Dios, después de esta
vida”.
-“¿Y por qué no reina más vale en ésta, en vez
de permitir tanta chanchada?”
Allí era cuando ante tanta lógica, recurría yo
a la tinta del calamar y le tiraba el argumento límite:
-“¿Cómo podés tratar de entender los designios
de un Ser Perfecto con tu mente imperfecta?”
Lamentablemente a Cristina se le acababan las
preguntas y yo podía seguir enarbolando mi dios culto hasta la próxima
discusión. Pero ahora, yo le soplaría un montón nuevo de preguntas que fueron
las que definitivamente determinaron mi éxodo religioso, desterrada en el
desierto hasta la fecha.
¿Puede un ser perfecto realizar una obra
imperfecta? Si lo hace por error, ¿cómo insistir en la perfección de quien así
se equivoca?
Si lo hace intencionalmente, ¿cómo explicar la
mezquindad que motiva una obra imperfecta a los solos fines de mantener el
dominio sobre ella? ¿Necesita un ser perfecto exigir adoración, tal como un
vulgar petimetre vanidoso requiere admiración? ¿Puede un ser superior crearse
un hijo para inventarle un calvario sangriento como ofrenda a sí mismo a cambio
del perdón a los hombres?
¿Puede un ser divino crear el placer sexual
para prohibirlo luego a sus seres más queridos (curas, monjas, etc.)?
¿Puede alguien perfecto crear la sensualidad
para castigarla con el fuego del infierno?
¿O la
inteligencia, para que sus feligreses renieguen de ella a los solos efectos de poder
aceptar sin críticas, un adoctrinamiento permanente?
Pocas son las preguntas que verbalizo aquí. Tengo
millones más por las cuales he debido tomar un largo reposo, una especie de
licencia sin goce de haberes en materia religiosa. Un siglo sabático para
probar si puedo crear mi propio dios, porque definitivamente este dios culto hace
mucho que ha dejado de ser el mío.
Ahora, si quieren evangelizarme, ¿qué tal si me regalan un milagro, ofreciendo un hogar para Cachamai?
Un abrazo, y nos vemos el próximo sábado. Graciela.
2 comentarios:
Como quién dice, Dios no le falta a nadie...
El que no lo tiene lo inventa, Terox
Publicar un comentario