Cuando era chica, las monjas solían decirme que el gran premio de una vida virtuosa era poder contemplar a dios por el resto de la eternidad, pero...
...Si de verdad dios nos hizo a su imagen y semejanza, lo último que quiero es el "premio" de pasarme una eternidad mirándolo.
Pero sí me parece un premio, y disfrutable en esta misma vida, la simple posibilidad de descubrir la mirada de amor en los ojos de un perro como Joaquín. Adóptenlo aquí o en mi facebook Graciela L.Argüello.
Un abrazo y hasta el próximo sábado. Graciela.
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