Yo leo en cada minuto libre, porque es uno de mis mayores placeres, y así es como encuentro tantas cosas que vale la pena compartir. Como ésta de hoy, por ejemplo.
Es una breve cita de Bonnie Prudden, y en su idioma original expresa:
You can´t turn back the clock. But you can wind it up again.
Que en castellano significa: "No puedes volver atrás el reloj. Pero puedes volver a darle cuerda".
Por cierto, se refiere al reloj biológico, porque al otro, uno lo adelanta, lo atrasa, o lo tira contra la pared, si quiere. Pero en el contexto adecuado, y no literal, la cita es de una gran sabiduría, y me llevó a investigar aeerca de su autora, a quien no conocía.
Bonnie Prudden (January 29, 1914 – December 11, 2011) fue pionera en el fitness, en Estados Unidos, además de montañista y escaladora en roca desnuda.
Como verán en el paréntesis vivió casi cien años, y lo hizo intensamente.
Fue autora de 16 libros sobre entrenamiento físico y Mioterapia para todas las edades y capacidades, y fue una figura en shows televisivos, además de escribir una columna en Sports Illustrated, una de cuyas portadas ilustra el post.
Bonnie fue también una de las primeras diseñadoras de ropa deportiva, para su uso real en gimnasios y eventos deportivos. Es obvio que sabía ella muy bien de lo que hablaba en el momento de emitir el juicio que hoy me llamó la atención.
Por mi parte, puedo decirles que otra manera de conservar la juventud y la alegría es tener un compañero de vida siempre alerta y juguetón. Como será Moria cuando encuentre su familia definitiva.
Un abrazo y hasta el proximo sábado, Graciela.
Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito callejero o rescatado de alguna fea situación.
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3 comentarios:
No conocía a Bonnie Prudden.
Pero sí a George Burns, que murió en 1996, a los cien años de vida.
Uno de los consejos de George para tener una vida tan larga y dichosa como la suya, hasta donde recuerdo, era no hacerse problema por aquello que está fuera de nuestro control.
Por ejemplo, si George se encontraba viajando en un avión y el avión atravesaba una tormenta eléctrica y empezaba a bambolearse como un barco entre las altas olas de un mar agitado, George pensaba algo así: «No es mi problema. Es problema del piloto.», y se quedaba lo más tranquilo en su asiento, hablando de bueyes perdidos con el compañero o compañera de viaje que le había tocado en suerte, o tal vez pensando en el carácter del personaje que le tocaría encarnar en su próxima película.
Me encantó la anécdota, Carlos Alberto . Yo lo pongo en práctica hasta donde puedo. Un beso Graciela.
Y a propósito, Carlos Alberto, , me alegra reencontrarte después de años en que perdimos el contacto. Otro beso.
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