Ya voy llegando a los capítulos finales de mi libro "Un dios para cada uno", que pueden leer desde el principio en la etiqueta homónima de este blog. Hoy el Capítulo 18.
Capítulo 18
El Amigo.
Este dios ha dejado los preceptos y olvidado los tabúes. Es un dios divertido y juvenil, compinche y comprensivo. Muy capaz
de bancarse sin enojos mis enojos, como yo
bancaré los suyos con paciencia. Este dios tiene conceptos y escalas de valores
que se parecen sospechosamente a los míos, lo que nos hace querernos mutuamente
sin esfuerzo ni mérito particular. No es un dios que solicite reverencias, ni
liturgias, ni obediencia. Es un dios que se entretiene con mis cuestionamientos,
y no se molesta en lo más mínimo, con mis papelones. No es un dios controlador,
no es una guía, no da instrucciones, ni hace promesas. Pero está ahí, me permite mojar su túnica con
mis lágrimas, sin esgrimir ese estúpido argumentó de la resignación cristiana.
Cuando estoy de verdad triste y de verdad
solitaria, no me habla de su divina voluntad ni otras paparruchadas; sólo me pone
su mano en el hombro y me deja licuar todo el dolor hasta que ya no me hace falta
su caricia en el pelo, y entonces, recién entonces, me recrimina sin fastidio
que me haya regodeado en la auto compasión, me clava un codazo en las
costillas, y me encarga una tarea bien idiota que me ocupe las manos y me aletargue
la mente.
Este dios es piola, bien canchero, y me conoce
a fondo. Se ocupa de mí de una manera tan personalizada, con tan absoluta
dedicación a mi anodina persona, que vengo a caer en la cuenta de que al fin y al cabo no
existe. Ningún dios sería tan poco serio, como para caminar a mi lado bajo la
lluvia, escuchando mis interiores monólogos en esas frescas tardes del otoño,
cuando se me alborotan las nostalgias y pienso en los amores que no pudieron
ser, o en los que son pero están lejos o ya no están.
Ningún dios estaría tampoco tan desocupado
como para salir a festejar conmigo bajo las estrellas del verano, la estúpida
obstinación de perseguir un sueño, y creerlo al alcance de la mano.
Es así, pues, que volví a confundir a dios con
otra cosa, con una forma de amor, con un afecto, con un modo de querer, que
tiene mucho menos de divino que de profundamente humano.
Y allá voy otra vez, buscando a dios, que
quizás hasta existe, pero a mí se me niega persistentemente.
Pero el amor que nunca se niega es el de Joaquín, que espera tener una familia alguna vez. Un abrazo y hasta el próximo sábado. Graciela.
Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito callejero o rescatado de alguna fea situación.
Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.
Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario