Bartimeo, Federico Alfonso y Elvira Inés, los ángeles del blog.

sábado, 28 de junio de 2008

LO PROMETIDO ES DEUDA



Cumpliendo con lo que anuncié en mi post anterior, y sin más trámites, con ustedes: Renata



RENATA
por GRACIELA L.ARGÜELLO.

Renata es mi amiga. Una mujer impactante. Hermosa, inteligente y brillante. De esa clase que hace volver la cabeza a los hombres en la calle. La que provoca piropos, silbidos y gestos de admiración. Su espigada silueta, su dorada cabellera, su manera de andar, todo en ella fulgor y encanto, la convierten invariablemente en el centro hacia el que convergen las miradas.

Yo quiero mucho a Renata, y puede por eso parecer que no soy objetiva, pero mi intención es describirla tal como es, tal como la conozco desde la infancia.
Es hermosa, pero además es inteligente, y se mueve con soltura en un mundo que se inclina a su paso. Porque todos reconocen que es un ser especial. Es joven, es fuerte, y está parada con firmeza sobre sus pies. Sabe a dónde va, y cada uno de sus gestos está orientado a alcanzar sus objetivos.

Nada se le niega, y nadie se le opone. Todos la adoramos. Renata es una elegida. Tiene clase y toma lo que quiere de la vida. Los demás giramos mansamente a su alrededor, asumiendo que todo protagonismo le pertenece. Ninguno osaría suponer que puede competir con ella, pues la derrota es previsible.


Yo conozco a Renata desde siempre, nos hemos criado en casas vecinas, y hemos compartido la escuela y el barrio. Ella brillando, naturalmente, y yo dos o tres pasos más atrás, allanándome a las tareas necesarias e inferiores a las que Renata no condescendería jamás.


Yo juntaba las hojas y las flores para el herbario de las dos, cuando cursábamos biología. A mí me tocaba lastimarme las manos hurgando macetas, y destrozarme las rodillas para franquear las verjas de jardines ajenos. Yo me encargaba también de la tediosa tarea de deshidratación, acondicionamiento y clasificación de los especímenes; pero era el mágico toque de Renata el que ganaba sendos diez para las dos, mediante sencillos arreglos que daban realce a la colección, y que sólo ella podía idear con tanta exquisitez.


Yo ponía la transpiración y ella la inspiración, elementos que, según dicen, constituyen juntos el talento. Pero Renata tenía doble talento: el de su inspiración, y el de ahorrarse la transpiración, porque para eso siempre encontraba vasallos dispuestos a ser utilizados.


Yo era uno de sus vasallos más leales. Renata tomaba mis libros y mis juguetes en la primera infancia. En parte porque Renata era como una princesita perfecta a la que uno deseaba realmente servir, y en parte porque ella no pedía nada: sólo echaba mano de cuanto la rodeaba, como si esgrimiera un derecho innato, y no daba lugar a negativa alguna.


En la adolescencia no tenía yo su porte ni su elegancia, pero nuestras alturas y pesos se parecían lo suficiente como para que ella estrenara toda mi ropa. Al fin y al cabo, ¿por qué no, si la lucía con tanta mayor gracia y superior efecto? Por otra parte, era cuidadosa y delicada; jamás arruinaba mis vestidos, y cuando yo los recuperaba, después de cansarse ella de usarlos, bastaba algún pequeño detalle para remozarlos por completo. Y no porque estuvieran en mal estado, sino porque a mí me parecía imprescindible algún cambio, ya que deseaba evitar las comparaciones.


Si ella los usaba muy breves, les soltaba yo algo el ruedo. Casi siempre les cambiaba los botones, o les cerraba el escote, ya que después de Renata, no había posibilidad alguna de parecer sugestiva con igual ropaje.

Como con el herbario, en las restantes tareas escolares, ella ponía el genio, y yo ponía el trabajo. Conformamos juntas un buen equipo, en el que dada mi total aceptación de las cósmicas diferencias que nos separan, jamás hubo discusión sobre quién ejercía el liderazgo, quién figuraba en primer término, y quién, en suma, cosechaba los aplausos.

Juntas hicimos monografías, láminas, carpetas, experimentos y proyectos para Ferias de Ciencias, en los que invariablemente yo construía, y Renata ornamentaba, dando por resultado el efecto estéticamente impecable que ella le imponía, pero sobre las sólidas bases de mi subterráneo laborar.


Entretanto, nuestras respectivas vidas sociales también se entrelazaban, porque residiendo tan próximas, y teniendo tanta afinidad en las demás actividades, salíamos también en grupos más o menos estables, donde Renata imperaba sin despotismos visibles, pero también sin competencias.


Eso a mí no me molestaba, porque si bien inevitablemente todos los muchachos se nos acercaban por la sola razón del atractivo de Renata, ella no podía bailar con todos, y las demás, sus damas de compañía estábamos seguras de no planchar.


Yo tengo una naturaleza, digamos cálida, en lo que a mera termodinámica se refiere, razón por la cual, una vez desalojados del campo gravitacional de Renata- casi siempre por rebote- los candidatos nunca me eran escasos. Tal vez por eso, nuestra relación de adolescencia no era conflictiva, ni muchísimo menos.


Yo sola puedo mimetizarme entre un montón sin llegar a sobresalir ni un armstrong, pero con Renata al lado, estuviera donde estuviera, terminaba siempre en las adyacencias del centro, porque ella se apoderaba de ese lugar sin hacer ningún esfuerzo.


Y yo era su seguro antiplomo, porque cuando alguien se ponía pesado, me lo encajaba generosamente, indicándole que sería terrible que yo no bailara alguna pieza. Como yo en realidad no planchaba, y tan urgida no estaba, si el plomo era muy plomo, me limitaba a decirle:


-No bailo.


Pero ya Renata giraba por el salón con un mejor partenaire, sin haber tenido siquiera que parecer despectiva, ni cargar con los costos que ello podría implicar para su imagen social.


Así, sin fricciones, y como predestinadas, nos convertimos también en socias. Cursado ya el secundario, ambas entrevimos un mejor futuro en el área del comercio que en el de las ciencias; y con la ayuda de sus padres ella, y yo con el producto de largas horas de pacientes traducciones, comenzamos paso a paso a independizarnos, amasando un pequeño capital, que hoy, con treintilargos años las dos, nos ha convertido en dueñas de una diminuta boutique.


Sin que sea sorpresa, ella es el alma del negocio: la que seduce a la clientela, la que estrena todo nuevo traperío, la que presenta desfiles, elige y exige entre los proveedores, adorna y remodela permanentemente el local.


Yo trabajo al fondo en una minúscula y oscura oficina, donde sumo, resto, multiplico y divido para mantener la economía en orden. En mi escritorio se acumulan los cheques, los recibos, las cuentas corrientes, los débitos, los créditos, los impuestos, los porcentajes, los descuentos, los pagarés, los “cobrarés” y los “yaverécómos”


Yo agilizo las matemáticas y me aseguro las rentas. Ella moviliza la estética y refuerza las ventas. Como siempre, un buen equipo. Y como siempre, la boutique se llama Renata.


A Gastón, mi amante, esto lo pone frenético. Siempre me incita:


- Esa bruja te explota. No entiende nada de números, y con sus extravagancias ya habría quebrado hace rato. Y, pese a que te lo debe todo, ni siquiera incluyó tu nombre en la boutique.


Yo contemporizo:


- Pero Gastón, querido, ¿vos comprarías en una boutique que se llamara Mirta?


- ¡Así te llamaras Pancracia! Renata sólo sabe vivir de los demás. ¡Y vos te dejás usar desde hace una vida!


Gastón se enfervoriza, y yo lo dejo hacer. Después de todo, parte de lo que dice es cierto. Mientras yo sudaba la camiseta para juntar un peso que invertir en la boutique, ella pedía. Primero a su papá, después a su mamá, y ya casada, a su marido.



Yo no envidio nada de eso en Renata. Me alegro de su buena fortuna. Hay quienes nacen para reinar, y quienes deben conformarse con ser súbditos complacientes.

Como yo, por ejemplo.


Pero Gastón despotrica indignado respecto a la desvergüenza de Renata, que recibe lo que se le da, casi en forma condescendiente, como quien hace un favor.


Por momentos, la rabia de Gastón se me antoja incomprensible, porque al acusar a Renata de comerciar sus encantos, sin quererlo casi me roza con el insulto. Porque él mismo me hace obsequios desmesurados, que yo no le requiero, pero tampoco le rechazo.


"Debería señalárselo", pienso, pero prefiero esperar a que se calme, porque al fin y al cabo me parece un punto intrascendente. Yo sé que no busco en Gastón ninguna ventaja material. Él es un hombre rico, pero igualmente podría ser pobre, no me importa. Mis sentimientos hacia él no cambiarían.


Mis sentimientos hacia Gastón... ¿Qué puedo decir de este hombre que hace diez años es mi amante?


Es rico, ya lo dije. Es casado, se entiende. Es de edad madura, lógicamente. Físicamente es agradable, sin ser ningún Adonis. Tiene un trato gentil y considerado para casi todos. A Renata la odia, no le tolera nada.


Pero conmigo es paciente y delicado. Posee la dosis justa de fuerza y ternura. En conjunto, un amante llevadero. No habría pasado diez años a su lado si así no fuera.

Aunque. si debo ser sincera, no me desestabiliza ni enajena su amor. No destrozaría mi vida si hiciera mutis por el foro.

No obstante, trato de evitar que esto suceda. No está en mis planes perderlo. No estoy rendida a sus pies, pero quiero conservarlo.


No es sencillo explicar mi dependencia, ya que no es económica, ni afectiva, ni siquiera física. Porque debo asumir que, siendo un amante satisfactorio, no realiza hazañas de ninguna naturaleza, ni resulta irreemplazable, al menos en esa dimensión.


Pero tiene una cualidad que lo hace único. Un detalle que lo agiganta ante mis ojos. Hay algo en él que me atrae irremediablemente. Una característica exclusiva que lo vuelve por completo irresistible: Gastón es el legítimo esposo de Renata.


FIN


P.S: La foto que elegí fue tomada en la Plaza central de la ciudad de San Luis, y me parece una buena ilustración para Renata.

El libro completo en donde aparece este cuento y los demás premiados en el concurso, puede bajarse en este link Al entrar allí, hacer click en leer más, y luego se puede hacer la descarga en la ventana siguiente. Ahora díganme si hay alguien más espléndido que yo, que desparrame así regalos virtuales.

Bueno, señores y señoras, habiendo cumplido mi promesa, los dejo haciendo destrozos hasta el próximo sábado. Un beso. Graciela.
 


Un abrazo y hasta el próximo sábado. Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea? 
P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la  mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.

15 comentarios:

Carlos Alberto dijo...

Graciela:

Excelente. Desde el principio sentí que ya lo había leído. No por lo que pasaba en el cuento. Más bien por la música de las palabras. Sí, había algo muy familiar en su interior. Y cuanto más leía, más pensaba que esta música ya la había oído en otros jardines.

Llegando a la mitad de la historia, más o menos, me di cuenta de qué era lo que me recordaba: Casa tomada, de Julio Cortázar.

Sí, este cuento parece escrito por Cortázar. Por el Cortázar que estaba iniciando su prolífica y exitosa carrera de escritor. El Cortázar de Bestiario. Para mí, el mejor de sus libros. Una maravilla. Y he leído diez o doce de sus libros.

Tu cuento es muy bueno, Graciela. Se lee con mucha facilidad y mucho gusto. Y los últimos párrafos causan una gran impresión. Yo estaba esperando ese cambio de rumbo. Sentía (o sospechaba) que en algún momento iba a llegar. Y llegó. Fue como estar bajando junto a una gran ola y luego subir con fuerza en la siguiente. Pensé que la esposa de Gastón era Renata un poco antes de llegar al último párrafo. Me gustó que se confirmara mi sospecha.

El final, que toma su forma en la última palabra, también me hizo recordar a un cuento que leí, hace tres o cuatro años, en un libro que recoge algunas de las mejores historias de La dimensión desconocida. También pensé, en algún momento, que la protagonista iba a terminar asesinando a Renata.

¡Te felicito!

Graciela L Arguello dijo...

Se comunica a los lectores de este blog que Graciela está internada en terapia intensiva, porque no pudo resistir la emoción de semejante comparación.
"Parece escrito por Cortázar". ¿Después de esto qué hago?
¿me interno en serio? ¿me la creo?
No, mejor simplemente agradezco, y me voy a tomar un cafecito bien ganado, mientras tejo escarpines, para no perder de vista la realidad.

Gracias Carlos Alberto , pero no creas que con esto vas a lograr que deje de aparecer gritando ¡buhh! a tus espaldas en cualquier rincón de tu blog.

Ah, y un premio especial por haber intuido el final. Pocos lo hicieron hasta ahora. Más bien tienden a pensar que Gastón va a enamorarse de Renata.

Un beso. Graciela

Carlos Alberto dijo...

Graciela:

Te cuento que pegué mi comentario en el lugar que tiene ¿Y Si Hubiera Una Vez? en mi blog Blogs que visito.

Pero lo cambié un poco, para no revelar lo que pasa.

Graciela: Creo que sería muy bueno que visitaras Literatura en Priego. Allí publican María Antonia (visitante de mi blog) Rodolfo, Ildefonso y muchos otros. Enseguida te traigo el enlace.

Te aseguro que me asusté un poco (no es broma) cuando leí que podrías hacerme ¡¡¡BUHHH!!! mientras me desplazo (distraído, ajeno por completo al mundo real) por los corredores más oscuros y silenciosos de mi blog.

Carlos Alberto dijo...

Graciela:

Si quieres ir a echar un vistazo a Literatura en Priego, aquí tienes el enlace:

María Antonia

Terox dijo...

Si, es un cuento muy bueno. Resbala por la garganta como un suave licor, que cambiara de sabor un segundo después que terminas de apurar el trago... jajaja. Igual que Carlos, ya comenzaba a sospechar algún tipo de compensación.

De alguna forma me imagine la relación Renata-Mirta como el Ying Yang, eternamente dependientes una de la otra.

Ya me bajé el libro completo... vamos a ver si lo puedo ir leyendo de a poco...

Una abrazo y Oberón le manda sus saludos (lengüetazo incluido) a Layka...

Graciela L Arguello dijo...

Carlos Alberto En seguida paso a ver ambos sitios, y por esta única vez, prometo no asustarte si nos cruzamos por ahí.

Terox Me alegro de que te haya gustado, porque se vienen dos posts relacionados con Renata de una u otra manera.


Me gustó la interpretación del ying y el yang. Me dejó pensando. Lo cual es un peligro ¿sabías?

Layka retribuye los saludos.

Un beso Graciela

Alex dijo...

me gusto mucho, me hizo pensar,
saludos
David Fild
poeta

Graciela L Arguello dijo...

Bienvenido, David . Si de verdad te ha gustado, no dejes de volver porque se vienen un par de posts relativos a Renata todavía. Por mi parte, paso a retribuir tu visita, Graciela

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

Un escrito fluido y excelente, empecé a leerlo y me atrapo, al comienzo me confundí, pensé que se trataba de tu mejor amiga, casi tu hermana, y después me di cuenta que era un cuento.

O sea está muy bien escrito, al grado que pensé que estabas relatando algo muy lindo de tu vida.

El esposo maduro y comprensivo, duce y fugaz, y Renata toda una Diva del amor y de la amistad.
Saludos

Graciela L Arguello dijo...

Roy Gracias por tus apreciaciones, pero no quisiera ser parte de un par de "amigas" como ésas. Ninguna es una joyita que se diga.
Pero me encanta que hayas pensado por un momento que era una anécdota de la vida real. Si mirás el epígrafe del blog, así son mis cuentos: mínimos, cotidianos, casi siempre posibles, casi siempre creíbles. Y así me gusta que sean.

A mi, por mi parte, me gustó mucho tu post sobre Ingrid, y me pareció excelente que incluyeras la prosa poética de Carlos Alberto, que es tan rica y tan bella.

Nos seguimos visitando.

Un beso Graciela

Steki dijo...

Qué bueno, Graciela!
Me llevo el libro para leerlo en casa.
Flores van, flores vienen!
Me divierte leerlos, jaja.
BACI, STEKI.
BUHHHHHHHHHH!!!!

Carlos Alberto dijo...

Graciela:

Me di una vueltita para ver si habías publicado algo nuevo (olvidé fijarme en mi lista de blogs: Allí aparece el título de lo último que has publicado). Ya veo que no. Tal vez más tarde.

Bueno, ¡muchas gracias por los elogios!

Volveré. ¡Que tengas un lindo sábado!

Graciela L Arguello dijo...

Steki ¿Viste que florido está el blog? ¿Qué será cuando llegue la primavera?
Te visité en tu blog, y no dejé de reírme con tu bodyguard. Es muy gracioso.

Carlos Alberto Ahora viene el post. Lo que pasa es que el sábado es un día ajetreado. Pensá que trabajo de lunes a viernes full time, y también tengo mis horas de gimnasia, danzas, idiomas etc. El sábado me la paso "ramoneando" No es que coma las hojas de las ramas como los cabritos, sino que hago de Ramona. Empiezo con el super para proveerme para toda la semana, y sigo con lavados, limpieza, plancha, etc, etc, Hasta dedico un rato de juegos a mis perrunos hijos, y recién a la hora del té, más o menos, me siento en la PC.
Pero ahora ya estoy por subir el post.
Te cuento que pasé por Literatura en Priego y dejé un comentario en tu post de Marina. No lo vas a creer, pero venía bajando por el blog, y el primer post que me inspiró un comentario fue ése, aun antes de saber quién era el autor.
Sos mi karma. ¡Jajaja!
Un beso a ambos

Graciela

Buda de nieve dijo...

Excelente, ¿ que espera Hollywood para comprartelo? Si es que no te lo compraron para hacerlo ya.

Graciela L Arguello dijo...

Hola, Buda ¿Sabés que no me han llamado, todavía? ¿Será la envidia? ;D