Los que además de este blog leen el otro que escribo desde la óptica profesional sabrán ya, que durante los días 31 de agosto y 1 de septiembre estuve en La Falda, en el Tercer Taller Participativo de Rescate en Cavernas y Minas. Todos los detalles técnicos del mismo, pueden ir a verlos en el correspondiente post de Locos por la Geología, pero aquí, en éste mi modesto rinconcito para charlas en voz baja y con amigos, me voy a permitir contarles las vivencias que experimenté en ese evento.
En primer término, debo confesar que me sentí tratada como si fuera una VIP, ya que la invitación fue muy generosa, y se consideraron todos los detalles para una estadía confortable y placentera. Por esto quedo agradecida a Selva Peretti, de la Agencia Córdoba Turismo, que no dejó absolutamente nada sin considerar, y puso además de manifiesto su indudable don de gentes. No la conocía personalmente, pero fue un placer hacerlo en el Taller.
Pero en realidad, lo que quiero destacar aquí es otra cosa muchísimo más importante aún.
Y ello es el haber descubierto desde adentro la tarea, siempre en curso, y casi siempre ignorada, de tantas personas que hacen de la lucha por la vida de sus semejantes, una actividad cotidiana.
Me refiero a los bomberos profesionales y voluntarios, y a los miembros de los grupos especiales de rescate y salvamento, todos los cuales me dejaron admirada por su eficiencia, su profesionalismo, y la sencillez con la que ponen en riesgo su propia vida para rescatar a otro.
Creo que casi ninguno de nosotros tiene real conciencia de lo difícil que puede ser un rescate en ciertas circunstancias, o mejor dicho en casi todas las circunstancias, en realidad.
Cuando visité la caverna, sabiendo que sería el escenario del simulacro (como que yo tomaba parte, muy insignificante por cierto, de él) no podía menos que dudar de las posibilidades de éxito, y les explico por qué.
Todo el tiempo se depende de las linternas y del correcto funcionamiento de las baterías, porque la oscuridad es absoluta, hay numerosos sitios donde sólo se puede avanzar arrastrándose y lugares donde se puede caer uno hacia las rocas más abajo. Se debe trepar a veces o usar escaleras para ascensos y descensos, todo el sitio es sumamente confinado, y hay posibilidades ciertas de equivocar el camino, o de sufrir claustrofobia. Y allí, en ese escenario de una belleza indescriptible, pero de dificultades reales y riesgos para nada imaginarios, debían adentrarse todos esos socorristas para sacar a un accidentado.
En mi otro blog pueden leer la crónica objetiva, yo aquí solamente quiero decirles a todos esos hombres y mujeres que trabajan- muchas veces sin remuneración alguna- para salvar vidas de personas que nunca vieron y que probablemente tampoco vuelvan a ver, que el único nombre que les cabe es el de héroes y heroínas.
Yo los vi trabajar por horas, cada uno en su puesto, sin desmayo, sin descanso, sin quejas, hasta salir de la caverna con el supuesto herido, asegurado en la camilla y contenido emocionalmente.
No sé cómo lo lograron, no sé qué esfuerzos sobrehumanos habrán hecho para bajar con todo el equipo de rescate por lugares que alguien de módico tamaño como yo, recorría con algún grado de dificultad.
No sé cómo volvieron a emerger horas más tarde con todo el equipo y un hombre de tamaño normal asegurado en una camilla que lo protegía de más daños. Sé que hubo tramos en donde debieron pasarlo sólo con un chaleco especial, porque con la camilla no pasaba, y me pregunto cómo lo transportaron allí
Todo esa epopeya me ha causado una reverente admiración, porque además sé que no se trata de un evento único en sus vidas.
Ellos cada día se ponen en riesgo por los demás: en incendios forestales o urbanos, en búsquedas por las montañas o los ríos, en accidentes en ruta, y en mil situaciones en las que piensan sobre todo en el otro, ese desconocido por el que corren mil riesgos, y que quizás nunca les dirá GRACIAS.
Por eso, me permito decirlo yo, con mi más profunda admiración, desde este humilde lugar, y quiero mencionar a las instituciones a las que pertenecen los héroes cuyo accionar presencié en el Taller, aun sabiendo que hay muchísimas más en el país a las que nunca tenemos debidamente en cuenta.
Vaya mi homenaje a todos los rescatistas del mundo, pero representados en este caso por:
Bomberos de Córdoba, Bomberos Voluntarios de Carlos Paz, Icho Cruz, Valle Hermoso, Villa Giardino, La Falda y San Marcos Sierras, Grupos Especiales GER y GES, Patrulla del Uritorco y Escuela Argentina de Supervivencia.
Espero no haber olvidado a nadie, como espero que nadie olvide a Chipi que busca un hogar desde hace tanto tiempo.
Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea? El perrito que tiene en los brazos la señora de la izquierda ya tiene familia, pero es un ejemplo de lo bellos que se ponen una vez que tienen hogar.
P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.
2 comentarios:
Pues sí, se necesita algo especial para dedicarse a eso...
Lo más impresionante es la humildad, la naturalidad y la sencillez con que trabajan, Terox
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