Hoy
se me ha ocurrido hacer un pequeño homenaje a los miles de
proteccionistas que operan milagros, con la sola fuerza de su infinito
amor.
A los que no pasan junto a un ser que sufre, sino que ven en él el llamado, la súplica, el dolor, y el amor que espera.
Los que se detienen sin egoísmos, ni repugnancias, ni temores o cálculos. Simplemente están ahí y actúan desde el fondo de su corazón generoso. Los que rescatan a los que otros abandonan.
Los que de alguna manera reparan el daño, los que ni siquiera lo piensan, pero son fabricantes de milagros.
Y no me refiero solamente al milagro que operan en la vida del destinatario directo de sus esfuerzos, sino de otro millón de milagros pequeñitos, de los que ni siquiera se dan cuenta.
El milagro de inspirar con su ejemplo a otro que en silencio lo observa.
El milagro de iluminar los rincones más oscuros de un sistema excluyente y cruel, con el rayito de sol de su alma generosa.
El milagro de hacernos pensar por un momento que el ser humano no es un error tan absoluto.
El milagro de devolvernos la esperanza de que tal vez, sólo tal vez, hay un granito de justicia suelta por el mundo.
El milagro de reunir a su alrededor a otros seres generosos que arman una invisible red de actos de amor.
Este post está dedicado a todos los luchadores incansables que generan milagros como el de Otirgalim.
Ortigalim (sí, milagrito al revés, ya se han dado cuenta) es el pequeño prodigio que ven en la foto que ilustra el post, tal como era antes, y como fue después de cruzarse en el camino de Mirta, que en este caso personifica a tantos otros fabricantes de vida, en un Olimpo de dioses tan humanos, que sufren, lloran, se enojan y hasta a veces se pelean entre sí, pero siempre, siempre están regalando el amor a manos llenas.
Todos ustedes, mis amigos, dioses de ese Olimpo, están en este post, aunque no los nombre, por temor a ser injusta olvidando a un montón, y porque además hay miles que ni conozco ni llegaré a conocer, pero para todos es este mínimo y sincero homenaje.
Vean cómo el amor cambió hasta el porte y la actitud de Ortigalim. ¿No les gustaría provocar un milagro semejante en el corazón de otro callejerito, regalándole un hogar?
Aquí los esperamos ellos y yo.
Un abrazo y hasta el próximo sábado. Graciela.
P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.
1 comentario:
Sin lugar a dudas, el amor hace milagros... yo fui testigo de uno con un perrito que llegó a casa de mi suegra, en condiciones parecidas a las de otirgalim... fue impresionante la transformación que tuvo ese perro (Junior), pues incluso se repuso sicológicamente (durante mucho tiempo no quería ni salir de la perrera) y hoy es un perro alegre y confiado...
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