Bartimeo, Federico Alfonso y Elvira Inés, los ángeles del blog.

sábado, 9 de septiembre de 2017

El camino del infierno...

Mi madre siempre fue un riquísimo yacimiento de dichos, proverbios, refranes y otras yerbas.
Y uno de los que recuerdo decía: "El camino del infierno está sembrado de buenas intenciones".
Hoy esto viene a cuento porque el proteccionismo es un claro ejemplo de esa afirmación.
Muchas veces se cometen errores atroces, en pos de objetivos que no pueden ser más nobles.
Algunos de los errores que surgen de un corazón bienintencionado podrían aparecer en la siguiente lista:
  • Acumular animales. Nadie puede ni debe hacerse cargo de más que unos pocos perros o gatos, sin que convierta su vida y la de sus supuestos protegidos en un verdadero infierno. Solamente cuando se cuenta con una estructura bien armada, y una red de contención en la que cualquiera de los miembros humanos puede faltar sin desproteger a los animales, pueden cuidarse más, aun cuando no sea deseable.
  • Entregar en adopción animales a personas que no aceptan seguimiento, o no pasan las encuestas previas de rigor. Muchas personas se involucran en un rescate, y luego lo malogran al entregar al supuesto "salvado", al primero que lo pide en un parque, o a través de un perfil de facebook que no garantiza nada.
  • Negarse a castrar a los animales, tema del que hablaré extensamente en otro momento.
Y así podría repetir muchos errores comunes, cometidos desde la ignorancia, pero sin segundas intenciones.
No obstante debemos asumir, tristemente, que hay también personas que se arrogan títulos de proteccionismo, cuando en realidad están lucrando, ya sea por pedir donaciones  de las que nunca rinden cuentas, o por "adoptar" animales que en realidad quieren usar como reproductores, alarmas gratuitas o regalos para terceros, que en realidad no desean cuidarlos.
De estas situaciones tampoco quiero hablar profundamente hoy, porque ya lo haré más adelante, en otro post.
Hoy quiero hablar, en cambio, de las intenciones a veces subyacentes y no reconocidas de manera consciente.
Quiero que todos hagamos un ejercicio de profunda introspección para reconocer nuestros propios motivos, al unirnos al proteccionismo, sobre todo cuando lo practicamos de modo casi irracional.
La pregunta es cuál es la verdadera razón para levantar perros callejeros, y darlos en adopción como si fueran papas calientes, que queman en las manos, de modo que ni  se pregunta el nombre completo del adoptante potencial.
Y mucho menos se averiguan las condiciones del nuevo hogar, y la capacidad económica, psicológica, emocional y familiar del futuro guardián de una vida.
Me planteo entonces una pregunta: ¿habrá detrás de ese accionar un amor real a los animales callejeros? ¿De verdad será su bienestar la prioridad, al levantar y sacar de la calle a un animal?
¿No será una forma de "sacarlos de circulación"? ¿No será que molestan sus ladridos, sus heces, o su simple presencia, que nos recuerda nuestra falta de amor a los débiles e indefensos?  
¿No será que se prefiere que no estén a la vista, aunque para eso se los saque de los lugares de pertenencia que ellos mismos han elegido, y se los termine entregando a maltratadores, irresponsables o abandonadores seriales?
¿Todo el que anda levantando animales que después da en adopción de cualquier forma, ama de verdad a los pps, o sólo los quiere fuera de su vista, su barrio o su camino?
Los invito a pensarlo un poco. Y recuerden que la única solución mágica para el animal callejero es la tolerancia. Ellos tienen tanto derecho como nosotros al espacio urbano del que nos hemos adueñado. Educar para respetar sus derechos, y cuidarlos entre todos, trabajando para que la calle deje de serles un espacio hostil, sería un verdadero acto de amor.
Y desde ya, les habrá quedado claro que si adoptan a Angelito va a ser con encuesta previa, contrato de adopción y seguimiento. Sólo saldrá del refugio para ir a un lugar mejor, no peor. Posibles adoptantes, ya lo saben.

Un abrazo y hasta el próximo sábado. Graciela.

Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito callejero o rescatado de alguna fea situación.
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