Bartimeo, Federico Alfonso y Elvira Inés, los ángeles del blog.

sábado, 5 de febrero de 2022

Otro capítulo de mi Autobiografía bizarra

Hoy avanzamos otro poco con esta locura tan mía, la Autobiografía Bizarra.

Capítulo IX de mi Autobiografía Bizarra.

Si bien esta autobiografía es absolutamente diseñada desde el humor, y para reírme de mí misma, está anclada también absolutamente en hechos reales, por muy vestidos de sátira que estén. Por esa razón, los primeros años no puedes ser narrados ni en orden ni con demasiada lógica, porque no les invento nada, y por ende sólo hay retacitos de recuerdos hasta los tres o cuatro años.
Y hoy les cuento uno de esos recuerdos que quedó grabado en mi mente infantil, por la fuerte reacción que produjo en mi madre, y porque también fue narrado como anécdota por años. Pero yo puedo ver toda la escena con los ojos de la mente.
Sucedió cuando yo tenía tres años muy reciéntemente estrenados, cosa de la que no hay dudas porque todavía vivíamos en Alberdi, antes de mudarnos a la Castro Barros.
Mi madre trajinaba no sé por dónde, mis hermanos jugaban entre sí, y yo en medio del aburrimiento, tomé quién sabe de dónde una tijera, y me corté todo el pelo.
Hoy todavía me recuerdo, con el matorral de pelo asesinado, prolijamente recogido en una hoja de papel, con la cual acudí a la Clory para jactarme de mi hazaña.
Creo haberle dicho:
-Mirá ma...
Y antes de terminar la palabra sonó el grito de mi santa progenitora:
_¡¿Qué hiciste!? ¡Te podías haber sacado un ojo!!!
En ese momento la confusión fue grande, porque lo primero que entendí fue que acababa de perder la oportunidad de sacarme un ojo. Pero no era ésa la intención, según fui comprendiendo con los años, a medida que se recordaba familiarmente mi ocurrencia.
Y sólo hace unos pocos años, al descubrir viejas fotos en un ropero de la casa de mis tías, comprendí por fin la espantada reacción de mi madre.
Porque en esas fotos aparezco con el pelo llevado a la mínima expresión, y aunque seguramente ya debía haber pasado por una peluquería en procura de remediar el desastre, se me ve HORRIBLE.
Se entiende ahora que mi madre estuviera casi a punto de desmayarse aquel lejano día...

Ahora bien, si quieren un hijo incapaz de semejantes ocurrencias, adopten un perrito o un gatito que los llenará de amor.

 
Un abrazo y hasta el próximo sábado. Graciela.
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