Bartimeo, Federico Alfonso y Elvira Inés, los ángeles del blog.

sábado, 26 de noviembre de 2022

Capítulo 5 del libro de Chichita

En primer lugar, notarán que he hecho los deberes y fui a ver qué número de capítulo sigue en el libro de Cocina de Chichita T. Askeaba, cosa que no hice las dos veces anteriores. Todo un mérito, ¿verdad?
Aunque, claro, eso no tiene por qué significar que me tome más en serio la cocina que antes, sino todo lo contrario.
Simplemente necesitaba hacer tiempo antes de inventar alguna receta. :D
Bueno, ya está, basta de procrastinación, y al libro.

Capítulo 5 del libro de Recetas de Chichita T. Askeaba
 
Este capítulo será en realidad una declaración de principios, antes que un atentado contra el paladar como fueron los anteriores.
En este caso es también una declaración de guerra. Guerra a los nutricionistas.
Porque ¿quiénes se creen que son esos tipos para decirme qué me conviene comer y qué no?
¿Quién les ha dado permiso para cuestionarme la alacena, la lista de compras, o el contenido de mi heladera?
Y ¿cuál es su grado de coherencia?
Porque a lo largo de mi prolongada vida, he visto ensalzar y defenestrar alternativamente a casi todos los elementos que constituyen una dieta medianamente moderna. No estoy hablando de filetes de brontosaurio ni de tubérculos perdidos en la niebla de los tiempos. Estoy hablando de ingredientes que en el término de pocos años conocieron la gloria y el oprobio.
Veamos a la papa, alimento que goza de mi más selecta predilección, les aclaro. Fue por siglos el ingrediente central de las comidas. Por abundante, versátil y barata, se consumió en miles de formas por miles de años, hasta que algún idiota la incluyó en las 4 P que estaban prohibidas en las "dietas saludables", y que si mal no recuerdo eran Papa, Pan, Pastas y Postres.
¡¿Cómo se atrevieron a meterse con las mejores cosas que puede un ser humano consumir?! 
¿Por qué no prohibieron jamás las algas, el brócoli o la rúcula eh?
Pero, después de años de hablar pestes de la papa, resulta que no hace mucho la redescubrieron como lo que es: un manjar que pueden compartir por igual ricos y plebeyos.
¿O no se relamen todos ante un plato de papas fritas, unas croquetas de papa, un panchito adornado con papas pai, una montaña de papas noisette, o un simple purecito con leche y manteca? ¿Quién puede resistirse a las arañitas o al pastel de papas?
Y si hablamos de las grasas, ¿recuerdan que mencionarlas era pecado venial y consumirlas pecado mortal, o crimen de lesa humanidad?
¿Acaso no vieron a miles de alienados retirando la grasita del asado, que de paso sea dicho es lo más rico que un asado tiene.? Eso nunca funcionó conmigo. Yo del pollo como la piel crocante y con mucha grasita, y jamás permito que me vendan carnes magras. Y resultó ser que esta pecadora, a la que todos miraban con asco, era una visionaria. Porque ahora se dice que las grasas son desde inofensivas hasta necesarias, según quién las reivindique en este momento.
Porque en este último par de años, los villanos son los carbohidratos, o sea básicamente las harinas.
Pero, no, no, no, a mí nunca me agarraron antes, no me van a agarrar ahora. Si ya sé que dentro de unos años van a decir todo lo contrario. Por las dudas, las voy disfrutando desde ya. 
Y ustedes, nutricionistas, amigos bienintencionados y envidiosos varios, ¡no me jodan! Si a mí me encanta comer papas fritas revueltas con panceta, huevo y salchichas alemanas, déjenme en paz, y no me aleccionen mientras mascan su zanahoria o su cabito de apio. Y si eso no me ha engordado un gramo en toda una vida de consumo, no me amenacen ahora con que perderé la línea.
He dicho.  
Un abrazo y hasta el próximo sábado. Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea? Graciela.
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