Sin embargo, aun autopercibiéndome como una mujer fuerte y con mucha personalidad, no adhiero a la forma actual del feminismo, tan exacerbada que parece más que una batalla por la igualdad femenina, una guerra contra el varón.
Dicho todo esto, hoy voy a hablar de una costumbre casi perdida: los piropos, como se llama en mi país a los requiebros callejeros que hoy se denuncian como delitos en muchas sociedades.
Por mí parte, considero al piropo como un halago tontamente demonizado, que cuando estaba expresado con galantería nos generaba una sonrisa y nos alegraba el día.
Por supuesto a veces se escuchaba alguna grosería, pero con ignorarla, ya era suficiente. Pero a mí al menos, no me pasó muchas veces. Tal vez porque no tengo una figura voluptuosa que induzca pensamientos triple X, casi siempre escuché cosas bonitas, que he llegado a agradecer con una sonrisa y también de manera expresa: un "gracias" que no hacía mal a nadie y que nos iluminaba el día a galanteador y galanteada.
Me da mucha tristeza y nostalgia pensar que hoy los hombres gentiles y capaces de lanzar un requiebro elegante y halagüeño, deban abstenerse de hacerlo por temor a terminar denunciados como potenciales violadores.
Las feministas a ultranza de hoy han destruido no sólo el lenguaje sino también las bonitas costumbres que nos alimentaban el ego y nos hacían sentir más bellas, tal como el gran poeta Leopoldo Lugones dijera en su poesía "La muchacha fea", un fragmento del cual reproduzco para ustedes:
...Lo que me hace falta a mí,
es que alguien me crea linda,
para embellecerme así...
Una verdad grande como una catedral, y un efecto del que las ultrafeministas (tampoco me gusta el término feminazi que muchos usan para designarlas, al menos en Argentina) se han privado y nos han privado a todas las demás. ¿Será que no estaban acostumbradas a recibir piropos y hay algo de resentimiento en su reacción desmesurada? ¿O sólo les decían groserías? En este último caso las entiendo, pero no veo por qué meter todos los piropos en el saco de las agresiones, cuando hay tantos caballeros capaces todavía de finos galanteos. Una pena este cambio de costumbres...
Como un modo de reemplazar ese método para elevar la autoestima, les propongo adoptar un perrito callejero que siempre nos mirará con ojos de adoración, como si fuéramos las más lindas del mundo.
Un abrazo y hasta el próximo sábado.Graciela.
Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea?
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