Hoy comparto con ustedes un texto que subí en mi Facebook hace casi dos años, pero que no ha perdido vigencia desde entonces.
UNA REFLEXIÓN SOBRE LOS RESCATES DE PERROS Y GATOS
Por Graciela L. Argüello.
Los que han leído la Divina Comedia de Dante Alighieri sabrán que se trata de un poema en tres partes, las dos primeras de las cuales corresponden al Cielo y el Purgatorio, mientras que la tercera es la descripción del Infierno.
Dante imaginaba un Infierno conformado por Nueve Círculos cada vez más profundos y más siniestros, según aumentara la gravedad y perversidad de las faltas cometidas.
Los perros y gatos en nuestra sociedad tienen también su propio infierno con círculos cada vez más tenebrosos, al que llegan sin haber cometido pecado alguno, salvo el de no pertenecer a la especie dominante que se cree con derechos sobre todas las demás.
Ahora, como un ejercicio educativo, los invito a tratar de imaginar esos sucesivos círculos, del que sólo se salvan los animales que son parte de familias amorosas, responsables, comprometidas con su bienestar, y que cuentan además con los medios requeridos para asegurarles una vida digna.
Todos los demás sobreviven como pueden, en alguno de los espacios infernales que vamos a tratar de analizar.
Primer Círculo (al que Dante llamaba el Limbo): Familias tal vez cariñosas, pero ignorantes, negligentes, o carentes de los medios para responder ante una emergencia veterinaria. Estos animales pueden ser afortunados y vivir sin sobresaltos, pero abundan en estas situaciones los que se pierden porque “salen a dar una vueltita”; los que se enferman frecuentemente por no tener su vacunación al día, y luego no reciben atención veterinaria; los que terminan judicializados por algún incidente callejero; o sucumben a accidentes de tránsito. Aparecen los casos de abandono por mudanza o falta de capacidad económica para mantenerlos. Son frecuentes los pedidos urgentes para que otros se hagan cargo de sus necesidades, accidentes, enfermedades, etc.
Segundo Círculo: Animales sin hogar, sujetos al hambre, la sed, el maltrato, y las inclemencias del tiempo. Sufren parasitosis internas y externas, o enfermedades de transmisión sexual, padecen accidentes y se ven impelidos a peleas por la comida o el territorio. Su vida es ardua, dolorosa y generalmente breve.
Tercer Círculo: Animales que tenían familia y fueron abandonados a su suerte cuando sus adoptantes se mudaron, cambiaron de idea o de estado civil, o simplemente se aburrieron de ellos. Algunos son condenados a este infierno simplemente porque sus “familias” se dieron cuenta de que cometían el pecado de hacer pipí y popó. Este círculo es peor que el anterior porque los animales que tuvieron familia no generaron las estrategias de supervivencia necesarias para no sucumbir en las calles.
Cuarto Círculo: Animales en refugios excedidos en número y sin condiciones mínimas de seguridad, atención veterinaria, alimentación adecuada y suficiente, y muchas veces denunciados por maltrato. Las reproducciones indeseadas, las peleas, las enfermedades contagiosas y el stress, son moneda corriente en algunos refugios. Ya se ha demostrado sobradamente que no son los mejores lugares, pese a que algunos brindan mejores condiciones, dentro de lo indeseable de la situación misma.
Quinto Círculo: Animales explotados en carreras, cacerías, como alarmas, o como cazarratones en el caso de los gatos. Nunca reciben más que exigencias y desconocen por completo el calor de una familia afectuosa. Casi siempre son descartados o sacrificados cuando dejen de ser “útiles”.
Sexto Círculo: Animales que terminan en manos de quienes sólo quieren lucrar con ellos a través de la venta de las crías, provocando en los progenitores un estado de deterioro espantoso. Esos animales además suelen estar sometidos a condiciones de vida totalmente inaceptables, y al abandono cuando dejan de ser prolíficos o se enferman. Los partos en los criaderos clandestinos, por otra parte, muchas veces terminan en la muerte de las hembras, sin siquiera recibir atención veterinaria.
Séptimo Círculo: Animales que van a parar a manos de acumuladores que, aun con las mejores intenciones, generan un infierno en el que pocos sobreviven, y los que lo hacen tienen secuelas espantosas en su salud física y mental. Muchas veces, los acumuladores descubren que la situación se les fue de las manos, se enferman, son internados, o fallecen, y son otros los que deben hacerse cargo de los animales que quedan a la deriva y casi siempre en pésimo estado.
Octavo Círculo: Animales en manos de violentos que suelen descargar su ira sobre los seres más indefensos de su entorno, es decir los perros y gatos que “les pertenecen”.
Noveno Círculo: Animales en manos de torturadores, zoófilos, miembros del tenebroso circuito de las peleas de perros, o enfermos que los usan en rituales macabros que no se pueden ni describir por el horror que implican.
Sé que lo que acabo de describir es horrible y dudé mucho en publicarlo, pero editar la Lista de Malos Adoptantes, descubre estas espantosas realidades, y en consecuencia, se constituye en una obligación llamar la atención sobre el tema a las personas de buena voluntad que rescatan animales, pero luego los entregan desaprensivamente al primero que publica un cartelito pidiendo perros, gatos o ambos, muchas veces sin preguntarles ni el nombre real.
Les pido que repasen los círculos y verán que los animales sin hogar están en infiernos menos siniestros que los domiciliados en el lugar equivocado. Y hay una razón para ello. Los perros y gatos callejeros conservan el recurso de la huida, del que están privados los demás.
La conclusión lógica es que entregar un animal “rescatado” sin las debidas precauciones, muchas veces sólo significa arrojarlo a alguno de estos círculos infernales, en el que quedan atrapados sin salida.
Por supuesto, hay casos que requieren intervención inmediata, como un animal accidentado, en estado precario de salud o discapacitado; pero en las demás situaciones es más racional alimentarlo y cuidarlo en la calle misma, antes que encadenarlo a un destino del que no tiene escapatoria.
La moraleja es que entregar un pp o un gato sin hacer un mínimo esfuerzo por conocer el hogar al que ha de incorporarse puede llegar a ser mucho peor que abstenerse de intervenir.
Sólo les pido que prioricen la voz de la razón sobre la del corazón antes de levantar a un comunitario que ya encontró su propio nicho ecológico y está más seguro en él, que si es entregado como si fuera un objeto inanimado, al primero que lo pide.
Ahora bien, si son ustedes gente responsable y les sobra amor, lo mejor que pueden hacer es adoptar uno de tantos animalitos
requeridos de hogar. Sólo me dejan un comentario (si son de Córdoba) y
concretamos la adopción. Si son de otros lugares, seguramente hay también
grupos que les pueden ayudar en tan noble acción.
Un abrazo y hasta el próximo sábado. Graciela.
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