O mejor dicho,la escuela viene a la jauría.
Les cuento:
Ya han sido ustedes depositarios de mis confidencias con respecto a la rebelde sin causa, que resultó ser Florencia Sofía, un caramelo, sin dudas, pero también una potencial delincuente juvenil que se ha convertido en la Atila de mi patio, ya que donde ella pasa deja de crecer el pasto.
Así pues, y tras variados destrozos, e innumerables tropelías cometidas tanto en el exterior como el interior de mi casa, se impuso la necesidad de impartirle clases de obediencia, cosa que nunca requirió un gentleman (o gentlecan) como mi inolvidable Federico Alfonso.
Lo cierto es que allí está Flor con su pintorcito y su mochilita, recibiendo educación personalizada de Javi, su paciente entrenador a domicilio.
Y como Elvira Inés no puede ser menos, pese a su avanzada edad y su conducta -comparativamente impecable- tiene ella también su perronal trainer, Gabriel.
Y hay que verlas, tomando clases juntas y compitiendo entre sí para ver quién recibe las mejores calificaciones de sus respectivos docentes.
Claro que eso significa que yo también tengo tareas añadidas en mi agenda, siempre al borde del colapso.
Porque los días que no tienen clase, tienen en cambio "deberes", "tarea para el hogar" o como quieran llamarle, y es obviamente su sacrificada mamá (o sea yo) quien debe asegurarse de que la cumplan debidamente, aprendiendo de paso a dar las órdenes correspondientes del mismo modo que lo hacen sus instructores, porque no es cuestión de andar cambiando de consignas así como así.
Conclusión: más obligaciones para la que suscribe, pero a cambio de la promesa de transformar al demonio de Tasmania en una señorita socialmente presentable, algo que espero conseguir con la educación personalizada, paciente entrenamiento y guía espiritual de que la está proveyendo Javier.
Por su parte, Gabriel está puliendo un diamante en bruto, Layka, de quien dijo muy elogiosamente que "pese a su edad, tiene gran predisposición para aprender"
Y así estamos todos los miembros de la jauría, en pleno proceso educativo, porque una conducta revoltosa siempre amerita un esfuerzo conjunto, pero nunca justifica un abandono.
Mi pequeña delincuente se transformará mañana en un ejemplo de virtudes ciudadanas, ya lo van a ver.
Ejemplo de virtudes ciudadanas, en cambio, ya es Silvia (que pueden ver en la foto) desde hace años, aunque sigue esperando quien sepa valorarla y le haga un sitio en su hogar y en su corazón
Los espero el próximo sábado, y recuerden que esta historia continuará...Un beso Graciela.
Les cuento:
Ya han sido ustedes depositarios de mis confidencias con respecto a la rebelde sin causa, que resultó ser Florencia Sofía, un caramelo, sin dudas, pero también una potencial delincuente juvenil que se ha convertido en la Atila de mi patio, ya que donde ella pasa deja de crecer el pasto.
Así pues, y tras variados destrozos, e innumerables tropelías cometidas tanto en el exterior como el interior de mi casa, se impuso la necesidad de impartirle clases de obediencia, cosa que nunca requirió un gentleman (o gentlecan) como mi inolvidable Federico Alfonso.
Lo cierto es que allí está Flor con su pintorcito y su mochilita, recibiendo educación personalizada de Javi, su paciente entrenador a domicilio.
Y como Elvira Inés no puede ser menos, pese a su avanzada edad y su conducta -comparativamente impecable- tiene ella también su perronal trainer, Gabriel.
Y hay que verlas, tomando clases juntas y compitiendo entre sí para ver quién recibe las mejores calificaciones de sus respectivos docentes.
Claro que eso significa que yo también tengo tareas añadidas en mi agenda, siempre al borde del colapso.
Porque los días que no tienen clase, tienen en cambio "deberes", "tarea para el hogar" o como quieran llamarle, y es obviamente su sacrificada mamá (o sea yo) quien debe asegurarse de que la cumplan debidamente, aprendiendo de paso a dar las órdenes correspondientes del mismo modo que lo hacen sus instructores, porque no es cuestión de andar cambiando de consignas así como así.
Conclusión: más obligaciones para la que suscribe, pero a cambio de la promesa de transformar al demonio de Tasmania en una señorita socialmente presentable, algo que espero conseguir con la educación personalizada, paciente entrenamiento y guía espiritual de que la está proveyendo Javier.
Por su parte, Gabriel está puliendo un diamante en bruto, Layka, de quien dijo muy elogiosamente que "pese a su edad, tiene gran predisposición para aprender"
Y así estamos todos los miembros de la jauría, en pleno proceso educativo, porque una conducta revoltosa siempre amerita un esfuerzo conjunto, pero nunca justifica un abandono.
Mi pequeña delincuente se transformará mañana en un ejemplo de virtudes ciudadanas, ya lo van a ver.
Ejemplo de virtudes ciudadanas, en cambio, ya es Silvia (que pueden ver en la foto) desde hace años, aunque sigue esperando quien sepa valorarla y le haga un sitio en su hogar y en su corazón
Los espero el próximo sábado, y recuerden que esta historia continuará...Un beso Graciela.
2 comentarios:
El problema siempre es educar a los dueños... y como vos decís, se requiere mucho tiempo para hacer los deberes (con el agravante que no se pueden delegar en un "tutor" externo)... pero bueno, al final tendrás tu recompensa!
Hola, Terox. Me alcanza con que deje de destruir la casa, sin embargo sus entrenadores están haciendo mucho más que eso. Vale la pena el esfuerzo. No entiendo a quien la devolvió por no tomarse el trabajo. Es cruel negarle amor sin intentar educarla primero.¿Acaso los propios hijos no necesitan lo mismo? Un beso Graciela
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