Creo haberles contado más de una vez que la cocina definitivamente no es mi reino. Y nunca lo fue. Por eso son tantas las anécdotas risueñas de mis primeras incursiones en ella. Y aún de antes.
Ésta que voy a contarles hoy es de cuando estaba preparando el que sería mi primer hogar de señora casada.
Algunos meses antes de cometer esa atrocidad (la de casarme, digo), el Dr. y yo explorábamos bazares acopiando lentamente lo que creíamos que íbamos a necesitar.
En una de esas salidas de compras, yo había puesto en mi canasta un par de repasadores, supongo que algún juego de vasos, y muy poco más, porque todo me resultaba extraño; cuando el que se aprestaba a ser mi marido apareció triunfante con algo desconocido (para mí) entre las manos, diciendo:
-¡Compremos éste que está muy barato!
Yo miré el objeto de su entusiasmo y le pregunté:
-¿Y eso qué es?
-¡¡Un colador de fideos!!!- exclamó el Doc, a lo que yo le respondí muy seria:
-¡Ah, no, yo comidas sofisticadas no pienso hacer!...
Y sí, a la larga lo terminé usando...
Ahora, para hacerles más llevadera la vida doméstica, ¿no les vendría bien una compañera de aventuras como Amanda? Si están dispuestos a adoptarla, sólo me pegan el grito y ¡ya!.
Un beso y hasta el próximo sábado, Graciela.
Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea?
P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.
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2 comentarios:
Jajaja... toda una chef!
Una bestia peluda, más bien, Terox , la cocina no es lo mío, jejeje Un beso.
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