Bartimeo, Federico Alfonso y Elvira Inés, los ángeles del blog.

sábado, 17 de agosto de 2013

Daños colaterales de la maternidad.

Ustedes ya me han escuchado más de una vez hablar orgullosamente de la mejor de mis obras: mis hijos, el Cuervo y el Pulpo. Pero aun así, no puedo menos que reconocer que la maternidad tiene sus costos, y puesta a pensarlos, he aquí la lista de algunos de ellos. 
En mi caso particular lo que he perdido puede enunciarse así:
  • La capacidad para dormir toda la noche de un tirón. A partir del momento en que a uno le entregan un bebé enteramente propio, y totalmente dependiente de su dudosa capacidad y nula experiencia materna, nunca más vuelve una a tener el sueño pesado. Todo despierta a una madre, desde el cambio en el ritmo respiratorio del infante, hasta un cuete particularmente aromático: todo. Y eso dura para siempre. Los bebés se vuelven niños, adolescentes, jóvenes adultos y hasta se van de la casa. Pero el sueño irresponsable y rotundo ya no regresa nunca más. Primer daño colateral, pues.
  • La capacidad para usar una cartera pequeña. Después de haber cargado algunos años con chupetes, pañales, mamaderas, baberos, sonajeros, juguetes, toallitas húmedas, y otros artículos de primera necesidad hasta el segundo año de vida del último de sus hijos, una mujer notará que esos enseres han dejado su lugar a libritos de cuentos, autitos, caramelos, alfajores, guantecitos, abrigos extra, etc., etc. Y después vendrán los pañuelos descartables, y el espacio disponible para ir guardando todo lo que los hijos pre adolescentes van olvidando a su paso. Los hijos se van después a sus propios hogares, pero nosotras ya habremos olvidado para qué sirven las carteras de menos de medio metro de fondo, y nunca lograremos volver a recordarlo.
  • La capacidad para recibir un llamado telefónico inesperado después de las 23 horas sin entrar en pánico. No importa que sepamos que nuestros hijos adultos -y aceptémoslo, nosotras mismas- sólo después de esa hora disponemos del tiempo necesario para una charla telefónica, cada timbrazo nos paraliza el corazón, y lo primero que nos sale de los labios al atender el teléfono es un entrecortado "¿Todo bien?", a medio camino entre el llanto y el alarido. Y nuestros hijos ya saben que deben decir rápidamente "Todo bien, todo bien", aun antes de decir hola.
  • La capacidad para mentir sin culpa.  No necesariamente eso significa que dejemos de usar las consabidas mentirillas útiles para sacarse un plomo de encima, o para no hacer lo que no nos apetece, o viceversa. El "disculpame, pero el sábado estaré de viaje", esgrimido para no asistir a una reunión poco atractiva, sigue siendo un top ten de nuestro repertorio, claro, pero cada vez que lo hacemos pensamos en el potencial daño a la psiquis de nuestros hijos, aunque ya sean padres ellos mismos, y consumados artistas en el macaneo ellos también.
  • La capacidad de ser objetivos a la hora de medir los logros de nuestra prole.  Bueno, eso le pasa a las demás madres, porque yo siempre sé que NADIE HACE NADA MEJOR QUE MIS HIJOS, dicho esto con total ecuanimidad. :D
Y una vez elaborada la lista, caigo en la cuenta de que bien pocos son los efectos indeseados, una vez que se los compara con las enormes satisfacciones e inmensa felicidad que nos dan los hijos, sobre todo si son tan perfectos como los míos...
Y antes de que mis compañeritas de vida, Elvira Inés y Florencia Sofía me hagan algún reclamo, les advierto que ellas también se incluyen en la categoría de "hijitas maravillosas". Y si ustedes no tienen la suerte de experimentarlo todavía, allí está Tolón, dispuesto a adoptarlos como padres hoy mismo.


Un beso y nos vemos el sábado próximo. Graciela
La imagen que ilustra el post es una caricatura firmada por Lino Palacio, que hacía las tapas de una inolvidable revista de la infancia, el Billiken.

Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea?
P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la  mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.

4 comentarios:

Graciela Fernández dijo...

¡Ajustada síntesis, colega! Pero coincido con vos en que son pequeñeces al lado de la felicidad que nos dan esas bestezuelas que hemos parido, y que nos develaron y nos seguirán develando por el resto de nuestros días. ¡Un abrazo!

Graciela L Arguello dijo...

Sí, ellos lo compensan todo, Graciela Un beso

Terox dijo...

Y bueno, por algo dicen que Madre sólo hay una... la mayoría a los padres no les llegamos ni a la suela...

Graciela L Arguello dijo...

Ustedes cumplen otras funciones, Terox , no te achiques. Un beso. Graciela