El pasado 11 de agosto se cumplieron 44 años de un acontecimiento que cambió mi vida por completo. Me cambió como persona inclusive. Fui madre por primera vez.
Y no hay manera de describir un hecho tan grande que después de él, nada es lo mismo que antes.
Sólo puedo dar gracias a la vida que me regaló ese milagro por dos veces.
Porque, pese a que si miro hacia atrás puedo decir con orgullo que algo quedará de mi paso por la Tierra, en libros, en journals, en apuntes que circulan todavía, y en otras mil pequeñas realizaciones; nada se compara con este enorme logro de haber participado en el inmenso proyecto de traer al mundo a dos seres humanos que dieron a mi vida todo el sentido que podría haberle todavía faltado.
Porque además tomaron mi mano para dar sus primeros pasos, literal y figuradamente.
Sus primeros logros llenaban cualquier posible vacío en mi corazón.
Verlos crecer y hasta verlos alejarse en sus propias búsquedas, fue la alegría más inmensa que le debo a la vida.
Porque hoy son dos hombres maravillosos, no sólo porque lograron ser referentes, cada cual en su campo, sino, y por sobre todo, porque son bellas personas, que nunca renunciaron a los valores que en mi vida son el faro.
Hijos míos, ustedes son lo mejor que un día se podrá recordar de mí. Mi más bella realización. Gracias por haber irrumpido en mi vida, las dos veces por sorpresa, pero iluminándola para siempre.
Hagan lo que hagan y vayan donde vayan, mi mirada orgullosa los sigue a la distancia.
Nada más bello ni más grande aconteció en mi vida.
Y por si ello fuera poco, me sobra un poquito de amor para pedirles a los lectores que adopten a los perritos y gatitos que se pueden encontrar
en esta página.
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