Esa intención era dar difusión a cuentos, ensayos, relatos, poesías y prosas poéticas que se habían publicado individualmente o en diversas antologías y revistas, todas las cuales resultaron ser “worst sellers”, razón por la cual decidí que merecían ser rescatados del olvido, y con esa idea, abrí mi blog.
Ahora he seleccionado POBRE TONTO, cuento corto que fue publicado en 1997 en la Antología: DE POEMAS Y ENCUENTrOS. Doce voces. (pág. 6) Nótese que la r con minúscula es intencional, ya que la idea es que pueda leerse: "encuentros", o "en cuentos", cosa que verán mejor en la tapa del libro.

Ese volumen contiene poemas y cuentos de doce autores del interior del país, convocados por editorial Baobab para realizar una obra cooperativa.

Como ya es costumbre, lo ilustro con el escaneo de la tapa, y la dedicatoria que me hice a mí misma y a Rolf, y agrego esta vez, la mínima nota biográfica que apareció en el libro en aquel momento. Orgullosamente puedo decir que mi currículum literario se ha incrementado notablemente desde en

Por otra parte, en la escala gustométrica que empecé a usar con mi hipercorto Camino por inspiración de Alebé, le pongo un 7. No es de mis favoritos, pero alcanza para una promoción de examen.
POBRE TONTO
por Graciela L.Argüello

Evaristo no era del todo tonto. Explicándole las cosas lentamente y repitiéndoselas cuantas veces fuera menester, terminaba por adquirir una relativa destreza para realizar tareas sencillas, y entonces se convertía en un obrero diligente y hasta irreemplazable ya que el vacío de su imaginación le impedía distraerse del trabajo encomendado.
Acometía su rutina con empeño y dedicación sin emitir quejas, ni acusar cansancio.
Por ese motivo, todos en la colonia le tenían un cierto afecto y no dudaban en incorporarlo a cualquier grupo encargado de trabajos pesados. El tiempo que se invertia en eliminar su torpeza inicial era prontamente compensado cuando por fin alcanzaba un satisfactorio nivel de competencia.
Por otra parte, era fuerte y silencioso, insensible al calor e impermeable a los vicios. Dotado además de una virtud que provenía de su principal defecto.
A Evaristo le costaba hilvanar diálogos coherentes, y se había hecho en él un hábito no participar de chismorreos ni ventilar intimidades.
Todos hablaban en su presencia con libertad y largueza. Evaristo era el hermetismo hecho persona. Se confiaba en él, más por descarte que por convicción, pero en suma su prudencia se descontaba.
Cuando los demás poceros descansaban bajo la parra, dando rienda suelta a las cargadas y a los zumbones comentarios relativos a la última aventura romántica del Chato, Evaristo sin decir palabra, sentado en el suelo, reponía de verdad sus fuerzas, devorando el almuerzo.
O cuando descargaba alfalfa en la estación- porque Evaristo estaba en todas partes realizando tareas físicamente exigentes, pero de simple ejecución- sin despegar los labios, no parecía escuchar el comentario avieso del Toto, que se especializaba en visitar señoras aburridas en ausencia de los respectivos maridos, y que además se solazaba contándoselo al Beto, cuyo silencio se aseguraba a través del miedo, y ante el Evaristo que estaba siempre en la luna.
Hasta los señorones del pueblo buscaban a Evaristo para arreglar algún jardín o cepillar una persiana. Él trabajaba siempre mimético, y a la larga, eficiente.
Don Rómulo ni siquiera interrumpía su meloso avance sobre la Chichí su secretaria, mientras Evaristo laboriosa y lentamente desarmaba con mano insegura y expresión ausente el marco de la ventana que se empecinaba en atorarse.
Evaristo había alcanzado, sin proponérselo, el status de un insuperable ejecutor de mandados e incansable reparador de todo lo que funcionara mal y requiriera fuerza y paciencia a falta de ilustración o ingenio, de los que tan obviamente carecía.
- Doña Elina, ¿ quién le arregló las tejas? Ando necesitando un audaz que se suba al techo.
- El Evaristo, Josefina ¿quién más? Y a propósito, después me lo manda para acá, que se me trabó la cañería de la pileta y el Joaquín es un inútil.
Toda la mañana paseaba Evaristo de una punta a la otra del pueblo, haciendo sus tareas, cuando no se enrolaba para algún trabajo en el campo, día en que su ausencia se lamentaba, porque siempre sus manazas hacían falta.
Evaristo, testigo involuntario de peleas conyugales, de flirteos extramatrimoniales y de contubernios políticos, de presiones económicas, de cuidadosas maquinaciones de los poderosos para estafar a los demás, de deslices clericales, de efervescencias prematrimoniales y de murmuraciones lapidarias, era sin quererlo, un vivo compendio de las entretelas de la historia oculta del pueblo. Una enciclopedia de la mezquindad humana. Una cara boba nunca ausente en ningún lugar donde se pierde el disimulo y se desnuda el peor perfil de cada hombre.
Un día, el pobre tonto apareció por la estación de trenes con un lujoso maletín de cocodrilo que hacía juego con sus brillantes zapatos nuevos, y no desmerecía su traje de impecable corte inglés ni su Rolex de oro y su corbata de seda italiana.
Tomó el tren y se marchó del pueblo, con un cargamento inusitado de pesos en la maleta par no volver nunca más.
Sin embargo, nadie manifestó sorpresa ni hizo preguntas. Sabían todos demasiado bien el motivo de su prosperidad y tendían sobre él un manto de silencio, ya que habían sido visitados en la víspera por un renovado Evaristo, que en el más fluido y académico estilo les había propuesto un gentil y provechoso intercambio en que él aportaba discreción y ellos, dinero.
Algunas otras cositas comentaré en el siguiente post que se relaciona también con este cuento.
Cabe ahora una reflexión: si hacen macanas, procuren que no los estén viendo, no sean más tontos que los que parecen serlo.
Y ténganlo sobre todo presente en el tiempo que queda hasta el próximo sábado.
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Un abrazo y hasta el próximo sábado. Espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea? Graciela.
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