Hace un par de semanas, al subir un post relativo a un error periodístico, recordé esta anécdota y prometí contársela a ustedes, pero fui subiendo otras cosas, y aquí estoy, recién hoy, a punto de cumplir la promesa.
Ya les he contado alguna otra vez que fui una niña precoz, un poco a la fuerza, porque me mandaron a primer grado cuando tenía solamente 4 años. Lo cierto es que cuando cumplí los siete, ya estaba en lo que por entonces era el tercer grado, equivalente al cuarto de hoy, porque entre Primero Inferior y Segundo Grado existía el Primero Superior.
Así pues, con tan corta edad, yo ya estaba adelantada en la escuela, y como ya desde entonces me sentía "escritora", siempre me ofrecía en todos los eventos patrios para participar con un "discurso" de mi propia cosecha. Lo peor es que me seguían la corriente, tal vez por falta de "números" más atractivos, o tal vez porque causaba gracia esa diminuta "oradora", lo cierto es que allá iba yo a leer mis redacciones de manera más que orgullosa.
Y hoy recuerdo- sólo porque causó mucha hilaridad entre los adultos presentes- un discursito de aquéllos, en los que para referirme a mi escuelita primaria, yo escribí "esta Alta Casa de Estudios", lo que provocó tantas risas que yo no pude menos que ofenderme, y mantenerme muy mohína hasta que, al terminar el acto, mi maestra me explicó que esa expresión que yo había escuchado vaya a saber dónde, sólo se aplica a las universidades.
Agrandada la mocosa, ¿no?
Pero no es agrandada Josefina que espera modestamente por una familia adoptiva cuanto antes.
Un abrazo y hasta el próximo sábado. Graciela.
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